Trigo sucio es una comedia. David Mamet, incuestionable autor norteamericano, ha decidido abordar el surgimiento del movimiento Me too, la denuncia por parte de muchas mujeres del uso y abuso que sufrieron por parte de hombres poderosos de la industria cinematográfica, desde la comedia, desde la astracanada, desde la charlotá. Sus razones tendrá. He leído como Mamet se refiere a la feria grotesca que los medios de comunicación norteamericanos han orquestado sobre el caso Harvey Weinstein e intuyo la necesidad, como intelectual, de separarse de esa quema de brujas que, si bien, culminará con castigos merecidos para algunos culpables, también se ha llevado por delante las carreras de personas inocentes.
La cuestión está en que lo que ha escrito Mamet no está a la altura de su genio. Tres actos endebles en los que el personaje que encarna eficazmente Nancho Novo es una caricatura carnavalesca que no plantea ni una arista. Plano, soez, maleducado, ingenioso, prepotente y abusador, desde la primera escena, queda dibujado y ya no hay ni una mínima evolución.
Estamos ante un monstruo (¿Se trata de que el inteligente autor nos hace ver que este personaje ya está juzgado antes de que haya juicio?).
Sea lo que sea, el personaje que defiende muy bien Eva Isanta es una simple muleta y qué decir del guionista que interpreta Ramallo, pintado a brochazos. Sólo Norma Ruiz tiene algo a lo que agarrarse ante la verborrea sinfín del personaje principal.
El público reía, eso sí.
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