MInimal Singular | Crítica de danza

El placer de bailar y ver bailar

Una imagen de las tres magníficas intérpretes de la pieza coreografiada por Manuela Nogales.

Una imagen de las tres magníficas intérpretes de la pieza coreografiada por Manuela Nogales. / Rafael Núñez Ollero

Entre las piezas presentadas durante el primer y maratoniano fin de semana del Festival Internacional de Artes Escénicas de Sevilla (Fest), ayer se pudo ver, en el escenario del Teatro TNT, el último trabajo de Manuela Nogales Minimal Singular.

Creadora sólida donde las haya -26 años de compañía y una treintena de coreografías llevadas a la escena- Nogales sigue abierta al mundo y, al mismo tiempo, completamente fiel a sí misma, a su estética, al universo femenino que siempre ha sabido reflejar con una gran sutileza y, sobre todo, a la abstracción. Una abstracción que ella ha elegido como camino expresivo y quién sabe si como defensa o como huida de un mundo excesivamente ruidoso y, por ende, en ocasiones, poco habitable.

En esa línea, y tras experimentar el gran formato en su trabajo anterior, La noche transfigurada, la coreógrafa ha reducido al mínimo los elementos y, sin descuidar en absoluto los detalles, ha centrado el espectáculo en el trabajo corporal de tres magníficas y experimentadas bailarinas que ella conocía a la perfección.

Con una pantalla al fondo que refleja plantas y sombras, las luces siempre eficaces de Suero y un bonito vestuario de Susana Álvarez, que añade al final volúmenes y un poco de color, Minimal Singular nos regala casi una hora de pura y buena danza.

Al principio, las tres bailarinas, diferentes y a la vez raramente homogéneas, bailan al unísono con movimientos fluidos y femeninos en los que los brazos y las manos dirigen al resto del cuerpo en todas direcciones, de la verticalidad a la horizontalidad y, más tarde, también al suelo.

A pesar de las numerosas sincronías, cada una de ellas tiene sus solos y, en la segunda parte, todas evolucionan hacia una danza más dramática (sin ser nunca narrativa) e introspectiva que les permite expresar una parte de su mundo interior.

Una hermosa exhibición de danza en una pieza sobria cuya abstracción no rompe ni siquiera la música ya que, frente a los clásicos contemporáneos que la coreógrafa ha utilizado en otras ocasiones, y que añadían matices o contrastes al movimiento de los cuerpos, en esta ocasión todo el tejido sonoro es obra de su colaborador habitual Lehónidas Boskovec.

Así pues, el mayor mérito de Minimal Singular es sin duda el placer de bailar de las bailarinas y el placer del público ante a la feminidad y la maestría de Lucía Vázquez, Leticia Gude y María Moguer.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios