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Mariví Blasco & Belisana Ruiz | Crítica

Luces y sombras de aniversarios

Mariví Blasco y Belisana Ruiz interpretan música de José Marín en el Alcázar

Mariví Blasco y Belisana Ruiz interpretan música de José Marín en el Alcázar / Actidea

Después de muchos años de trabajo junto a Juan Carlos Rivera, la soprano Mariví Blasco ha empezado a colaborar con la joven soriana Belisana Ruiz, que la acompañó en este recital dedicado a aniversarios, los 400 años del nacimiento de Barbara Strozzi en Venecia y de José Marín en Madrid (aunque en el caso de Marín no hay certeza de la fecha de su nacimiento, que bien pudo ser en 1618).

Son repertorios que la soprano valenciana domina bien y eso se apreció en un dejarse ir, en un abandonarse al fluido de la música en la búsqueda de la expresión del texto. Más allá de los cambios de registro, con graves problemáticos, en Udite amante, las dificultades de la escritura de Strozzi fueron salvadas con solvencia, de forma especialmente brillante en esos agudos peligrosos de Per un bacio. Más dominante se mostró incluso en Amor dormiglione y en Che si può fare, que cantó con una gran ductilidad en el fraseo. A Belisana Ruiz la ayudaron mucho esos bajos ostinados que están en la base constructiva de estas arias, pero el dúo tiene que ajustar aún mucho más los detalles, aprender a respirar juntas y a hallar una voz que se desarrolle de forma más orgánica. Es algo que dará el tiempo.

Con la tiorba, Ruiz tocó de forma muy académica, acaso un poco encorsetada en la compleja Toccata de Kapsberger. Más liberada, también en los acompañamientos, se mostró con la guitarra barroca tocando a Gaspar Sanz (concentrado Capricho, sensuales Canarios, tan espectaculares para el público en lo rasgueado) y siguiendo a Blasco en unos tonos humanos de Marín cantados con diamantina claridad prosódica y una general ligereza expresiva, que resultó especialmente lucida en Si quieres dar Marica en lo cierto. Su Ojos pues me desdeñáis, lo más parecido a una obra maestra que hay en todo el repertorio de canción española del XVII, que ella ha cantado tantas veces en Sevilla (y en todas partes), le quedó en esta ocasión más leve que trágico. Ya se sabe que las caras del amor y del desconsuelo pueden ser infinitas.

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