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Cultura

Melancólica contención

Última parada. Dirección: Juana Casado. Dramaturgia: Luz Valenciano, Juana Casado. Coreografía: Merche Esmeralda, Juana Casado. Música: Jesús Guerrero. Intérpretes: Merche Esmeralda, Diego 'El Boquerón', Jesús Guerrero, Lidia Mauduit. Lugar: Teatro Central. Fecha: Jueves, 18 de septiembre. Aforo: Lleno.

El flamenco tiene muchas caras y una de ellas es la teatral, la que sirve de vehículo a una historia como la que subyace en Última parada. En su segunda incursión como directora en el mundo flamenco tras Aleluya erótica, Juana Casado ha elegido el paisaje desvaído de una trinchera para hablar de los desastres de la guerra. Inspirándose en Miguel Hernández, se ha centrado en la figura de una presa política que, en su soledad, rememora su vida pasada, sus amores y todo aquello de lo que se vio obligada a separarse. Una buena manera de acercarse a lo íntimo sin olvidar lo social.

Pero no es ése el único mérito del montaje. También juegan a su favor el desdoblamiento de personajes -una pareja mayor y una joven-, la música compuesta e interpretada por un brillante Jesús Guerrero, la dulzura de Lidia Mauduit e iluminación de DominiqueYou, gran aliada para crear la atmósfera melancólica con guiños al neorrealismo que recorre toda la pieza. Todo eso y la capacidad de Casado para sacar lo mejor de cada uno.

Última parada, sin embargo, resuena como una delicada pieza musical en tono menor, de modo que, junto a momentos de gran emoción, desde la entrada de la mujer con su maleta hasta esa tremenda Al alba del final, a veces cae en una monotonía que ni la dramaturgia ni el cante de El Boquerón rompen.

Y dejamos para el final a la protagonista, porque si ha sido una de las más grandes, el jueves demostró que lo sigue siendo. En vez de empeñarse, como hacen otras, en seguir bailando como hace 30 años, llenando de pasos cada instante, Merche Esmeralda se convierte en intérprete -como hiciera con su genial Medea- y no abandona nunca a su personaje de mujer madura, a lo Filomena Marturano de la Loren. Por eso, aunque baile su voluptuosa guajira y se cante por tangos, es capaz de afrontar los ritmos con una contención admirable. Su baile se vuelve tan sabio y tan esencial que en el vuelo de sus brazos y de sus hermosas manos nos arrastra hacia un mundo mejor.

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