Espléndido final de la serie de tres conciertos que el ciclo de cámara ROSS/ELI ha dedicado a los cuartetos de Beethoven. Millenium Arts Ensemble mostró un nivel de compenetración extraordinario y una capacidad para empastar el sonido manteniendo la individualidad de cada miembro del grupo ideal para penetrar en esta música.

El arranque misterioso del Op.132 fue toda una declaración de intenciones para una obra portentosa, puede que la mayor creación jamás concebida para la formación del cuarteto de cuerda. A esa especie de introducción oscura (pero es mucho más que eso: pesa a lo largo de toda la obra) le sigue una breve cadenza del primer violín que sirvió para mostrar otra de las notas características del grupo: el virtuosismo de Dmitrienco, que con su sonido brillante y robusto guio a sus compañeros a una interpretación de aliento poderoso, perfecta articulación, notabilísima claridad y dinámicas muy contrastadas. El prodigioso tercer movimiento fue dicho con soberbia profundidad, manteniendo permanentemente la tensión entre los pasajes modales y ese tema en re mayor que alterna como contraste. ¿De dónde viene esta música gloriosa? Imposible decirlo, pero la sensación de quietud y de plenitud fue preservada en todo momento por los arcos del Millenium, que tras la breve marcha de carácter marcial que le sigue,cerró la obra de manera intensa y apasionada.

Aunque el listón estaba muy alto, esa misma intensidad dominó la interpretación del último de los Razumovski, hecho de vigor rítmico y acentos bien marcados (magnífico en este sentido el Andante, que eludió en todo momento la tentación de dejarse ir hacia cierta blandura) hasta ese canon final de exultante brillo, en el que al grupo no le importó olvidarse por momentos de la afinación más exquisita para conseguir una tímbrica más agresiva y heroica.