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Monkey Week SON Estrella Galicia | crítica

Caras y cruces

  • Los cantes de ida y vuelta que nos ofrecieron las tres parejas de intérpretes en la noche del domingo, en directo desde el plató de la Sala X, discurrieron de forma muy desigual, dejando constancia de que el espectáculo es una idea maravillosa que necesita más tiempo para madurar.

Miguelito García y Sebastián Orellana

Miguelito García y Sebastián Orellana / Mar Rascón

La Fundación SGAE patrocinó el domingo en el Monkey Week SON Estrella Galicia una corta mirada sobre los cantes de ida y vuelta, de título Cruzando el charco, que no terminó de cuajar a pesar de ser una gran idea. Que las tres parejas de intérpretes quizás no han tenido tiempo para conjuntarse mejor quedó evidenciado desde que Miguelito García, que al frente de los Motoreta ha demostrado sobradamente que su solvencia como cantante es cada vez mayor, anduvo con el paso cambiado en la interpretación de la mítica Dos cruces, la canción de Carmelo Larrea que tantos cantantes han llevado a su terreno con éxito. Él y Sebastián Orellana la cantaron en clave de bolero, mejorando mucho el tono cuando la voz solista era la del segundo, para perder de nuevo la coordinación cuando la entonaron al unísono al final. En El afuerino, una cueca de Roberto Parra, se asociaron mejor, tanto en la voz como con una segunda guitarra que cogió Miguel, y Orellana dejó patentes muestras de la originalidad de su voz en un cante que conoce bien al ser la cueca el baile nacional de su país, Chile, aun proviniendo del fandango.

La sociedad entre Mopa y Rosario La Tremendita funcionó mucho mejor y la voz de esta, tanto en el cante como en los pocos versos recitados sonó fuerte y entonada sobre la base electrónica y las bonitas líneas de bajo que ella misma interpretaba, en Los encantes, una guajira que El Mochuelo se trajo en alguno de sus viajes de ida y vuelta desde Sevilla a ultramar. Cuando cambió el bajo por la guitarra, la musicalidad de esta quedó muy absorbida por los ritmos que generaba Mopa, pero no hay nada que pueda vencer a la voz de La Tremendita y brilló todavía a más altura que antes con la versión tan personal que hizo de Mujercita sevillana, una milonga de La Niña de Antequera, pausada al principio, acelerándola con los toques de guitarra y terminándola en flamenco bien ajustado a medida.

Y el tercer tramo llegó con Álvaro Romero, la poderosa voz de RomeroMartín y Bronquio, en un cabal de Silverio Franconetti, no catalogado en realidad como cante de ida y vuelta, porque este cante no llegó de América, pero Silverio sí que regresó de allí contaminado por sus cantes y su forma de interpretarlo así lo dejaba ver. Se arrancó Álvaro con una primera estrofa dedicada al ministro de cultura pidiendo su dimisión, que chirrió demasiado, para asentarse mejor en el palo que manejaba con la segunda, con una letra popular como la cantaba Morente. El final también fue raro, y no por el acompañamiento electrónico de Bronquio, liviano en comparación con otros que le hemos escuchado, sino porque Álvaro cantó por colombianas de Pepe Marchena un poema del autor zapoteca Elvis Guerra, de extraña rima, que se ajustaba a los cánones flamencos con dificultad, a pesar del derroche de voz del cantaó, que se pasaba de alabeada a veces.

El primer intento ha señalado bien el camino, pero son necesarias muchas mejoras para interesar a los iniciados y atraer a los neófitos del flamenco.

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