DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

FRANCISCO MONTERO | CRÍTICA

Ambición, pulso y sensibilidad

Con veintinueve años, natural de Pilas (importante cantera de músicos) y formado en los conservatorios sevillanos, Francisco Montero es un pianista con una más que interesante carrera internacional que, sin embargo, no ha tenido hasta el momento una paralela presencia en Sevilla. No es algo de lo que extrañarse, por desgracia, en esta ciudad tan novelera que antes ensalza a cualquier chiquichanca de fuera que al verdadero talento autóctono. Y así nos va.

Y la verdad es que ha supuesto para quien escribe una sorpresa morrocotuda presenciar una exhibición de pianismo como hacía tiempo que no disfrutaba. Montero controla hasta el último detalle el mecanismo de la interpretación al piano, desde un pedal perfectamente regulado (sensacional en el segundo tiempo de la op. 53 número 3 de Beethoven, por ejemplo) hasta un equilibrio sensacional entre ambas manos (mano izquierda con personalidad sobresaliente), que le permitió intercambiar con naturalidad los papeles de acompañamiento y desarrollo melódico en la Triana de Albéniz en un discurso fluido y orgánico en el que el ritmo sincopado pasaba de una mano a otra.

La agilidad en la pulsación y la rapidez en la digitación son espectaculares y así se hicieron evidentes en piezas tan exigentes como el estudio Affanato de Scriabin o la Rapsodia española de Liszt. Pero por sobre el derroche técnico cabe destacar, ante todo, su capacidad para hacer siempre claras las voces, con una articulación diáfana y ágil que hizo de su versión de la sonata de Beethoven todo un dechado de claridad y de fraseo enérgico, dinámico y de magnífico control del sonido. Sin olvidar su ubicua mano izquierda en el Preludio y nocturno op. 9 para esa mano de Scriabin.

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