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Crítica de Música

Poca Viena y mucho 'swing'

Entre las efemérides musicales de este nuevo año se encuentra la del centenario del nacimiento del director y compositor Leonard Bernstein. Dada la vinculación personal y artística con él del director artístico de la Sinfónica, en este año habrá ocasión de escuchar varias composiciones de Bernstein. Ha servido la conmemoración para innovar en este habitual concierto de Año Nuevo y complementar la inevitable tanda de valses con muy atractivas composiciones de autores norteamericanos no menos festivas.

En la primera parte se contó con la presencia de la cantante Nadja Michael, si bien en un repertorio y unas tesituras fuera de las en ella habituales. Aunque el centro de la voz es carnoso y se expande con riqueza de armónicos, las arias de Giuditta, Die Fledermauss y Porgy and Bess le presentaron serios problemas en la franja superior. Allí asomaron tiranteces y tonos metálicos, rozando el grito en alguna ocasión. Omitió o escamoteó cuanto pudo los agudos finales (sobre todo en Die Fledermauss y en Summertime) y evidenció serios problemas de afinación en las frases ascendentes. Le sobró, por último, rudeza en el fraseo en las piezas vienesas.

Brillante exhibición de los metales de la ROSS en la música de Ellington

En los valses de Strauss, más complejos de dirigir de lo que aparentan, la batuta abusó de volumen y brusquedad en las introducciones. Administró bien el rubato y jugó con las síncopas, pero faltó elegancia en las transiciones entre las secciones.

Mejor resultó la segunda parte, con una muy brillante versión de la obertura de Candide y unos espléndidos metales en el magnífico Harlem Nutcraker de Duke Ellington, fraseado con mucho swing.

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