Cultura

Predecible como una línea de autobús¿Cuándo sonará un buen Mozart en Sevilla?

Daniel Casares es un intérprete excepcional. Posee una técnica prodigiosa, tanto por su sentido rítmico como por su fraseo, además de rapidez y potente digitación. Asimismo tiene la sensibilidad necesaria para comunicarnos su concepto de la música. Otra cosa es este concepto. Es decir, la cualidad de compositor. Lo cierto es que muchos de los temas que nos ofreció anoche eran meran excusas para desplegar la variedad de recursos técnicos que desarrolla. Y no sólo él. También el resto de músicos dieron buena muestra de sus virtudes musicales. Me gustó mucho el uso de la segunda guitarra, en este caso acústica y con técnicas jazzísticas. El resto de réplicas melódicas corrieron a cargo de Carrillo, que me gustó más como saxofonista que como flautista. Más breves fueron las presencias del cante oscuro y enjundioso de Lin Cortés y el baile eléctrico de Sergio Aranda.

El flamenco es un arte de composición. En este sentido destacó Casares en la taranta y las alegrías, sin duda los dos mejores momentos de la noche, en que se presentó en solitario en la escena. El resto de toques trascurrieron por los senderos más convencionales de una serie de variaciones a partir de un tema cantable. Casares ha elegido por tanto un repertorio comercial, que significa renunciar al riesgo.

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