Promenade Piano Dúo | Crítica

Catártica pasión juvenil

Pilar Martín y Álvaro Saldaña forman Promenade Piano Dúo.

Pilar Martín y Álvaro Saldaña forman Promenade Piano Dúo. / D. S.

La catarsis como purificación, como liberación de la angustia a través del drama. Eso significaba el concepto para los antiguos griegos. Este joven dúo de pianistas pareció pensar que esa expiación funciona sólo sometida a una experiencia pasional, intensa, arrebatadora. Todo su concierto fue una sucesión de clímax que golpeó al público hasta dejarlo noqueado.

Esa pasión recorrió todo el programa cambiando convenientemente de máscara, desde el inicio mozartiano de la Sonata KV 448, que admitió la dulzura (¡casi ingenua!) del Andante como el tono de opera buffa del Molto Allegro final, al cierre de una poderosísima Valse de Ravel, obra que representa el paroxismo de la danza vienesa por excelencia, pero cruzada por los oscuros vientos feroces de un “torbellino fantástico y fatal” (la expresión es del autor). Y así la hicieron sentir Pilar Martín y Álvaro Saldaña, como un huracán devastador, que apenas se remansa en algunos pasajes para cobrar más fuerza.

La pasión no significa necesariamente descontrol. Promenade Piano Dúo mostró una muy notable claridad de planos y un trabajo concienzudo sobre la rítmica, vital tanto en la Parafrásis de Kapustin sobre la Manteca de Gillespie, que es jazz sobre jazz, como en las Danzas andaluzas de Manuel Infante, con las cadencias frigias movidas a velocidad de vértigo. Al vigor juvenil acaso le faltó un poco de relieve en el terreno dinámico, pero el dúo sumó una admirable seguridad virtuosística (manos y mentes igual de ágiles), con un equilibrio entre los dos pianos que resultó especialmente exigente en la Carmen Fantasy de Greg Anderson, pasiones vehementes en colores fuertes.

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