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Cultura

Públicos informados, artistas atrevidos

  • La capital española acoge, además de Arco, otras cuatro ferias de arte contemporáneo · La más interesante, por dedicarse a autores jóvenes, es 'JustMadrid', que reúne a 40 galerías en pleno barrio de Salamanca

Madrid no termina en Arco. Con la feria conviven otras cuatro. La más interesante, por dedicarse a autores jóvenes, es JustMadrid. Iniciada el pasado año en las instalaciones del antiguo Matadero, la presente edición se sitúa en pleno barrio de Salamanca y a ella concurren más de 40 galerías (la tercera parte extranjeras) que llenan las cuatro plantas del número 29 de la calle Velázquez. Cabía esperar que JustMadrid fuera un desafío a la imaginación, pero sorprende sobre todo el público. No es la antítesis del que visita Arco ni se limita a los jóvenes. Más bien hace pensar que el germen de lo contemporáneo ha inficionado Madrid impulsando a gentes diversas en edad, formación y profesión a relacionarse con el arte actual.

Es algo que también comprueban los autores jóvenes que, sin mediar comisarios, galerías o instituciones, han abierto una muestra singular en el piso primero izquierda de Gran Vía 67. Pasados los fervores de la inauguración, el público acude sin cesar a la exposición, atento a las obras y a la iniciativa.

Muchos de los que intervienen en la muestra son de sobra conocidos en Sevilla: iniciaron la Richard Channing Foundation y animaron después SaladeStar. Ahora han coincidido con otros autores, no todos andaluces, con parecido afán de hacer arte a sus anchas.

Así se advierte en cuanto cruzas el umbral del recinto (un local de 800 metros). Si los grandes espejos de la entrada del edificio intimidan, tal impresión se olvida al entrar, por ejemplo, en la habitación casi cuadrada cuyas paredes ha pintado de suelo a techo Abraham Lacalle. Un poco antes, Miki Leal convierte un ventanal interior, como los que suelen verse en muchas oficinas, en un cuadro, por el simple expediente de dotarlo de un sugerente marco. En otra habitación, Guillermo Paneque ha marcado un cuadrado, cortando el enlucido de la pared, para construir en él una breve fantasía de color en torno a unos azulejos. Marc Vives (Barcelona 1978) interviene el espacio con una larga banda de fotografías que invade habitaciones, atravesando las puertas que las separan. David Bestué, por su parte, convierte una vieja mesa de oficina en una escultura que hace vibrar el espacio en torno a ella.

A estas intervenciones, que de un modo u otro alteran el espacio funcional, transfigurándolo, se añaden obras colocadas en las diversas piezas del piso. Sergio Prego (San Sebastián, 1969) ocupa por completo una extensa habitación con grandes tubos de plástico, una escultura de aire. Diferente es la aportación de Jacobo Castellano (Jaén 1976): en una pequeña sala ha construido la sucinta maqueta, quizá de una vivienda, que parece requerir el trabajo de la memoria, aun de esa memoria de la que no llegamos a ser conscientes, pero que nos sorprende a cada paso con guiños o punzadas. Tres lienzos de Cristóbal Quintero se han colocado en otra habitación, también reducida, a la que dan aire de almoneda. Tal vez no se aprecie así la indudable fuerza expansiva de las obras, pero en contrapartida puede examinarse con calma la estudiada concepción espacial que fusiona con inteligencia fragmentos de naturaleza, interiores con diverso tono emocional, paisajes urbanos y esos enclaves, fríos pero muy nuestros, como son los aparcamientos y sus pasadizos. Los cuadros se antojan pequeñas babeles de nuestro tiempo, algo que de modo más sintético muestra Javier Martín en su lienzo Le Monde, oponiendo a su acostumbrado manejo del color unas potentes superficies casi negras. Estas habitaciones recogidas culminan en la que contiene dos cuidados dibujos de José Miguel Pereñígez y en la que los hermanos Rosado muestran pinturas que reproducen fotografías de su infancia.

La muestra ofrece además encuentros inopinados. Sin previo aviso tropiezas con la irónica Muerte del coleccionista de Miki Leal, con las sugerentes imágenes poryectadas de Jaime de la Jara (Madrid, 1972) o con un gran lienzo de Rubén Guerrero que contrasta con las esculturas no exentas de humor de Gómez Castillo (Madrid, 1970). El humor está además presente en la contribución de Juan del Junco: sus fotos sólo recogen, sobre fondos de color muy cuidado, una breve cagada de pájaro. Painter titula la serie. Jesús Palomino, por fin, añade una eficaz nota crítica: la chapa troquelada con la expresión Unfinancial Time invita a la pintada.

Los toreros suelen confirmar su alternativa en Madrid. La mayor parte de estos artistas han pasado ya por esa prueba en diversas galerías de la ciudad. Ahora lo hacen colectivamente y sin tutela alguna. No sé si habrá que hablar de una generación. La muestra más bien señala un reto, el que lanza un público informado e interesado. Puede que en Andalucía aún tengamos que cursar tal asignatura.

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