Cultura

Regreso al Lorca "imposible"

  • Treinta años después, Atalaya vuelve a poner en escena 'Así que pasen cinco años'

Una imagen de una función de 'Así que pasen cinco años'.

Una imagen de una función de 'Así que pasen cinco años'. / david ruano

En 1986, tras curtirse haciendo teatro de calle, Atalaya montó su primera obra de texto, y la elección, para ser "unos mataos", como recordaba ayer entre risas Ricardo Iniesta, fue bien arriesgada: nada menos que Así que pasen cinco años, una de las del ciclo del llamado "teatro imposible" de Federico García Lorca, junto con El Público y la inconclusa Comedia sin título. Ahora, más de 30 años después, tras haber actuado en 37 países de los cinco continentes, con un Premio Nacional de Teatro (2008) en la mochila y convertido en referencia indiscutible dentro de la escena española, el grupo sevillano regresa a esa obra en una versión coproducida con el Centro Dramático Nacional, donde fue estrenada el pasado abril.

"En aquel momento yo eran joven y España era un país lleno de esperanza, energía y frescura y miraba hacia un horizonte", dice Iniesta sobre aquella primera versión. "Hoy, este país es tenebroso y está en quiebra en muchos sentidos, por lo que inevitablemente este montaje es bastante más tenebroso, más oscuro y cruel, porque la España de este momento lo es también y no tendría sentido ni repetir lo mismo ni hacer una lectura tan, por decirlo así, naíf como la que hicimos en el 86", añade sobre la obra que se verá mañana y el sábado en el Teatro Central.

Dos influencias importantes explican para Iniesta el espíritu de Así que pasen cinco años, obra de legendaria fama críptica, por no decir incomprensible, que Lorca escribió tras sus estancias en Nueva York y Cuba, las cuales le sirvieron "para sacudirse la caspa que algunos le achacaban por haber escrito Romancero gitano". Esas influencias, que ayudaron a redoblar su buceo en el surrealismo hasta el punto de que el propio poeta y dramaturgo aventuró que la obra no se entendería hasta varias décadas después, según explica el director y alma de Atalaya, fueron Sigmund Freud -no en vano uno de los temas que atraviesa la obra es el amor aplazado, idealizado y no consumado, que Iniesta representa mediante el juego escénico constante con la escalera que preside el escenario- y Albert Einstein, que dio en los años 20 una conferencia en la Residencia de Estudiantes que al parecer dejó una profunda huella en el autor, toda vez que otra de las cuestiones presentes en su onírico y a veces turbador texto es, junto a la muerte inexorable segura de cuanto está vivo, el tiempo dilapidado y la condición absurda, enigmática e inaprensible del Tiempo y sus múltiples capas.

Así las cosas, lo más parecido a una trama en esta obra es el relato que un joven le hace a un viejo de su arrasador amor hacia una muchacha con la que, por causas que no explicita, no podrá casarse hasta que pasen cinco años. A partir de ahí, las "capas y capas" de significados se multiplican, en una sucesión de "metáforas" y de objetos de enorme peso simbólico que "sumergen al espectador en un mundo onírico, mágico, en una cuerta dimensión" que conecta con algo que va más allá de lo meramente literal y de la dimensión racional de la vida. "El texto juega con eso que está ahora tan de moda, lo cuántico, de modo que en un mismo plano vemos lo que el personaje podría haber sido, lo que es y lo que será", apunta la actriz Silvia Garzón, que junto a Gerónimo Arenal, Manuel Asensio, Raúl Sirio, María Sanz, Raúl Vera, Elena Aliaga, José Ángel Moreno y Carmen Gallardo integra el elenco de actores que dan vida a los personajes: el niño muerto, el jugador de rugby, el maniquí, el arlequín, los jugadores de cartas, el vestido de novia...; todos ellos, proyecciones de los anhelos y los miedos del joven puro y enamorado. "La obra parece difícil porque no se puede explicar -afirma María Sanz-. Pero tampoco se puede explicar la poesía, y cuando la reconocemos, llega muy directa. Pues eso pasa aquí también".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios