Crítica 'Si no nosotros, ¿quién?'

Revolución y pelucas

Si no nosotros, ¿quién? Drama, Alemania, 2011, 124 min. Dirección y guión: Andres Veiel. Fotografía: Judith Kaufmann. Música: Annette Focks. Intérpretes: August Diehl, Lena Lauzemis, Alexander Fehling, Thomas Thieme, Imogen Kogge, Michael Wittenborn. Cine: Avenida.

Ajena al mejor cine alemán de la última década, a saber, una larga nómina de autores y películas del entorno de la Escuela de Berlín, nuestra distribución ha encontrado en ese cine del gusto de las academias, un cine de reconstrucción histórica que está dando de comer a los viejos almacenes de guardarropía y a maquilladores y peluqueros, el modelo ideal para espectacularizar su Historia reciente con los mimbres de la acción, el drama o el suspense, el repertorio musical de la época y un renovado y joven star-system.

De El Hundimiento a La vida de los otros, de Goodbye Lenin a R.A.F. Facción del Ejército Rojo, de Sophie Scholl a esta Si no nosotros, ¿quién?, segunda ficción del documentalista Andres Veiel, el cine industrial alemán se camufla de correcta factura y enérgica dramaturgia para dilapidar la herencia moderna con esa tibieza mainstream que sólo confía en los mensajes didácticos, la eficacia del guión y la moraleja reconciliadora como métodos para una recuperación de la memoria histórica harto discutible.

Si no nosotros, ¿quién? vuelve a instalarse sobre una época y unos personajes reales, el escritor Bernward Vespel y su compañera Gudrun Enssler, quien acabaría por abrazar el ala dura de las Baader-Meinhof, para dar cuenta de la gloria y el ocaso de la utopía revolucionaria del terrorismo de izquierda desde los pliegues de la intimidad de la pareja y a través de una trama que arranca en el posnazismo para buscar el germen de la enfermedad nacional alemana y su inevitable deriva trágica.

Veiel desdobla su camino para llegar a la encrucijada explicativa y salpica el metraje de material de archivo cuya rugosidad hace palidecer la más tensa de sus escenas de cámara. Concesiones, renuncias y fracaso de un modelo híbrido que nos recuerda que el cine alemán que mejor habló y habla del país y de sí mismo sólo está disponible hoy en videotecas o festivales selectos.

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