Cultura

Robert Capa en las pistas de esquí

  • Caixafórum acoge una muestra sobre la fotografía en color del artista, una faceta en la que trabajó para revistas de viajes, retrató a celebridades y plasmó una mirada lúdica de la vida

En 1938, apenas dos años después de que Kodak pusiera en circulación el Kodachrome, el primer rollo de película en color, Robert Capa pidió por carta a un amigo desde China, donde estaba cubriendo la guerra chino-japonesa, que le preparara un envío para poder trabajar con ese nuevo material. Pese al legado por el que se le recuerda, el fotoperiodista apostó por el cromatismo, aunque el largo proceso de revelado que exigía esa opción estética -y el consecuente rechazo de los editores de revistas- provocó que el autor publicara principalmente en blanco y negro. Hasta mayo, Caixafórum Sevilla explora en una exposición, Robert Capa en color, esa faceta menos conocida de este referente de la fotografía en el siglo XX.

Comisariada por Cynthia Young, conservadora del International Center of Photography de Nueva York, la muestra recrea a través de 16 apartados cómo el creador abrazó con entusiasmo un método que las publicaciones limitaron durante décadas a "la publicidad y a la moda. El color se vinculaba a la ficción, a los sueños" y no tanto a la información como pretendía Capa, señala Young, que puso como ejemplo que The New York Times no abandonó el blanco y negro en su primera página hasta 1997. Además de las numerosas imágenes que incluye la exposición, muchas de ellas inéditas, Robert Capa en color divulga un puñado de cartas del autor a familiares y compañeros de profesión en las que reflexiona sobre su oficio y los pasos que debe dar para evolucionar. "No era un periodista pasivo, intentaba mirar hacia delante y se preguntaba cuál sería la siguiente técnica que debía utilizar. Si hoy viviera habría adoptado la fotografía digital sin ningún problema", asegura la comisaria.

"Capa podía fotografiar el pensamiento", dijo Steinbeck, que viajó con el húngaro a la URSS

En la selección que alberga Caixafórum está presente ese interés por los conflictos bélicos que otorgó la fama al fotorreportero, celebrado en la posteridad como testigo de los grandes acontecimientos del siglo XX, y el recorrido va de la cobertura de la II Guerra Mundial hasta Indochina, donde Capa perdería la vida en 1954 al pisar una mina antipersona. Young confesó ayer que unas fotografías tomadas por el autor en un barco que llevaba a soldados británicos al norte de África eran sus favoritas del conjunto. En una de ellas, los muchachos observan un combate de boxeo en una escena casi monocroma en la que el rojo de algún detalle cobra una inesperada fuerza. "Es como un cuadro. Contradice en cierto sentido lo que se dice de su obra, no se piensa en Capa como un fotógrafo de tipo estético, sino como alguien más emocional, que capta momentos rápidos", analiza la experta. La misma deducción se puede hacer ante las últimas instantáneas que tomó en la guerra de Indochina: en una de ellas, un granjero local y un niño que transportan unos gansos conviven en el mismo plano con unos militares y unas voluminosas motocicletas, un paisaje que revela desde la serenidad y la inteligencia la colisión de dos mundos que se producía en esos días en el sudeste asiático.

Pero Robert Capa en color desmonta los estereotipos ligados a la figura del húngaro y ofrece un interesante perfil del creador alejado de los escenarios bélicos. La muestra aproxima al visitante su trabajo para revistas de viajes como Holiday, aparecida en Estados Unidos en la posguerra con la intención inicial de plasmar el esplendor del american way of life, aunque la irrupción de vuelos trasatlánticos más lejanos redirigió el foco de atención también a otros destinos más lejanos. Fue la Holiday la que por ejemplo envió al fotógrafo a Budapest, la ciudad en la que nació con el nombre de Endre Erno Friedmann, que más tarde cambiaría por el apodo con el que se haría célebre. En el número de noviembre de 1949, la revista publicó cuatro fotografías en color de la capital húngara, pero aquella pieza destaca también porque el propio Capa firma un texto donde vuelca sus impresiones sobre un enclave en transformación que ya apenas reconoce. "Fue capaz de convencer a los editores de que también era un excelente escritor", cuenta Young, que hoy a las 19:00 ofrecerá una conferencia en Caixafórum y ayer presentó la exposición junto al director del centro, Moisés Roiz, y el director del Área de Cultura de La Caixa, Ignasi Miró.

Capa, no obstante, se codeó con los mejores escritores, y entre otros colaboró con John Steinbeck, con el que se embarcaría en 1947 en un viaje por la URSS. Ambos, uno desde la palabra y el otro desde la imagen, retrataron a hombres y mujeres corrientes en el libro A Russian Journal. Tras aquella ruta, en la que visitaron Moscú, Kiev, Tiflis, Batumi y Stalingrado, Steinbeck recordaría a su compañero de travesía con estas palabras: "Sus fotografías no son accidentes, y la emoción que reside en ellas no es azarosa. Capa podía fotografiar el movimiento, la felicidad, el desengaño. Capa podía fotografiar el pensamiento".

Las nuevas perspectivas que ofrece la exposición del fotoperiodista pasan por su afición por el esquí, uno de los ámbitos en los que se detiene la muestra. Una de las series más aplaudidas de su apuesta por el color es la que hizo en las estaciones de esquí de Austria, Suiza y Francia, un encargo en el que se encontraría con la reina de Holanda, el director Billy Wilder y el guionista Peter Viertel. "En esas imágenes, todo el mundo está sano y es feliz, todos encajan muy bien con el color", opina Young.

Porque Capa no sólo fotografía el dolor y la sinrazón de la guerra: su cámara también se estremece con los placeres de la vida, como ocurre con sus reportajes sobre Deauville y Biarritz, en los que inmortaliza su vida nocturna, sus hipódromos y sus casinos, o sobre Roma, en los que la ciudad muestra una cara hedonista, alejada ya de los estragos de la guerra y preparada para la dolce vita.

Entre las celebridades que retrata Capa sobresale Pablo Picasso, protagonista de una serie de la que se recuerda especialmente al pintor malagueño sosteniendo una sombrilla para proteger del sol a su novia, Françoise Gilot. A los editores de Look e Illustrated les defraudaron las fotografías en color que había tomado el húngaro de aquella visita, pero no las realizadas en blanco y negro.

Otras celebridades que pasan por el objetivo de Capa son John Huston, Orson Welles, Ava Gardner e Ingrid Bergman. Para Young, estas fotografías de rodaje capturan "lo que es la vida, lo que hacen los actores cuando no están actuando". Capa, por cierto, mantendría un romance con Ingrid Bergman, pero para la comisaria de la muestra el recuerdo de Gerda Taro, su amada, fallecida en la Guerra Civil española en 1937, se percibe en muchas de las imágenes. "Él siempre la estaba buscando en las mujeres que fotografiaba", defiende la especialista.

Uno de los proyectos más interesantes que recoge Robert Capa en color es el denominado Generación X, en el que el autor y varios compañeros debían fotografiar a algún joven de los destinos en los que trabajaban. Era una suerte de estudio sociológico en el que los modelos debían responder un cuestionario muy completo, "donde se preguntaba si iban a votar, si eran religiosos y tenían algún tipo de culto o si utilizaban contracepción", comenta Young. Capa involucró a una chica francesa, un chico alemán y un chico y una chica noruegos, pero sólo la fotografía de los últimos se publicaría en color.

A pesar de experimentos como éste, Capa empieza a dar síntomas de fatiga. En una carta afirma que "se ha terminado el periodo Deauville y Biarritz y de los peliculeros" y desea "volver al trabajo de verdad". En 1954 recibe el encargo de ir a Japón, pero las fotografías carecen de inspiración. Life le pide que reemplace a su fotógrafo en Indochina y acude con la ilusión recobrada. Morirá con la plenitud de haberse reencontrado. Lleva como siempre dos cámaras: una para las fotografías en color, otra para el blanco y negro.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios