Crítica de Cine

Rowling renueva su magia en un Nueva York fascinante

Eddie Redmayne.

Eddie Redmayne. / d. s.

El director David Yates parece acertar sólo cuando le arropan los efectos especiales y las historias de J. K. Rowling. Se desmoronó en la grotesca Tarzán pero cumplió correctamente en Harry Potter y la orden del Fénix, HP y el misterio del príncipe y las dos partes de HP y las reliquias de la muerte. El hombre lleva una década viviendo de Harry Potter y piensa seguir haciéndolo otra más, visto que Animales fantásticos y dónde encontrarlos ha tenido tan buena respuesta en taquilla (sólo en su primer fin de semana ha recaudado 215 millones de dólares) que se prevén cuatro películas más de las que Yates ya está preparando la siguiente.

Saltando siete décadas por delante de las aventuras del joven mago este spin-off o estiramiento de la saga de Rowling que a la vez es una precuela, la película, basada en un guión de la autora que tiene el mérito indiscutible de haber hecho leer a millones de niños y adolescentes fundiendo la gloriosa tradición británica de la literatura juvenil con los atractivos del cine de efectos especiales y los videojuegos, presenta a Scamander, un mago que se las tiene que ver con fantásticos seres en el descreído Nueva York de los años 20, lejos de Hogwarts pero conectando con la escuela de magia, lo que es un acierto porque se establece la necesaria conexión con la saga Potter a la vez que se presenta como un producto original.

Esta buena idea de Rowling está servida, por este orden, por unos realmente asombrosos efectos especiales utilizados con imaginación en la creación de las criaturas; por el diseño de producción del genial y veterano Stuart Craig, ganador por tres veces del Oscar que, desde la ya clásica El hombre elefante hasta la totalidad de los diseños de la saga Potter, ha creado los universos de Gandhi, Amistades peligrosas, La misión o El paciente inglés y aquí convierte Nueva York en un escenario tan fantásticamente sugestivo como tal vez no lo haya sido desde el King Kong de 1933; por la fotografía del igualmente extraordinario y veterano Philippe Rousselot, colaborador de Beineix, Forman, Boorman, Burton o Redford; y por un reparto perfecto con secundarios de lujo como John Voigt, Colin Farrell o Johnny Depp, y un protagonista tan prestigioso como peligroso por su tendencia a sobreactuar: el multipremiado y camaleónico Eddie Redmayne.

Estos talentos, y la buena idea de Rowling, convierten la película en algo más que impactantes efectos digitales. Siguiendo la táctica de los mejores tiempos de los grandes estudios la producción ha sumado las calidades -a las que habría que sumar la banda sonora del igualmente veterano James Newton Howard- de grandes profesionales. Ellos dan a la película una factura tan sólida e impecable como para no reprocharle un gratuito estiramiento del mágico universo de Rowling y para perdonarle al guión una cierta dispersión en microhistorias no siempre bien soldadas. El espectáculo, no sólo apabullante sino sugestivo, tiene a su favor este muy buen marco.

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