Cultura

La Sala Q prepara su oferta para 2010 sin aclarar las dudas sobre su viabilidad

  • El dueño del espacio, el único dedicado en la ciudad exclusivamente a conciertos y de aforo medio, no descarta el cierre del local a mediados de 2010 · Es la segunda amenaza de este tipo en menos de año y medio

La Sala Q ultima ya la programación de la próxima temporada de conciertos, que arrancará el próximo viernes, 4 de septiembre, con la actuación Qbanito, Henry Méndez y El Cuervo. Un cartel triple consagrado a las músicas caribeñas y a algunas de sus ramas contemporáneas pensadas para la piste de baile, caso del reggaeton, el R & B de diseño americano o el dancehall. Es el primero de los más de 30 conciertos cerrados -sobre un total de alrededor de 120- por el único espacio existente en la ciudad dedicado exclusivamente a los conciertos y de aforo medio (entre 800 y 1.000 espectadores).

Los raperos malagueños Hablando en Plata (3 de octubre); algunos de los habituales tributos a grupos populares, como el que se dedicará a Led Zeppelin (8 de ese mismo mes) o a Pantera y Rage Against The Machine (al día siguiente); la banda madrileña de metal Hamlet (día 16); o el longevo vocalista Udo, un clásico del heavy centroeuropeo (ya en diciembre, el día 6), son algunas de las propuestas de la sala, que afronta el nuevo curso musical sin haberse librado de la zozobra sobre su futuro, la misma que a comienzos de abril de 2008 llevó a Juan Manuel Martín, propietario del espacio y responsable de las contrataciones, a amenazar con el cierre del local, que es "ahora" viable económicamente "sólo por las subvenciones", admite.

Fue precisamente la demora del Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS) en el abono de las ayudas aprobadas para 2007 lo que motivó el movimiento de Martín, que denunció públicamente la "falta de interés" y el "incumplimiento" de acuerdos por parte del Ayuntamiento. "Tuve que llegar a escuchar, en una de las reuniones [con técnicos de la delegación que dirige Maribel Montaño], que si pudieran, tiraban la sala y la convertían en teatro", dice el dueño de la Sala Q. Esos problemas no obstante quedaron solucionados y el local mantuvo su actividad. Cultura pagó esas cantidades retrasadas y de momento ha hecho lo propio con la mitad del dinero que resolvió destinar a la sala: 18.000 de los 39.000 euros que concedió en concepto de ayudas a la inversión (alrededor de 2.500) y a la actividad (36.500).

"Eso es lo único que nos ha salvado el año. Pero necesitamos urgentemente cobrar ya el resto; estamos muy, muy necesitados", explica Martín, que cuenta con que el ICAS apruebe nuevas ayudas para su empresa para el año 2009, aunque da por hecho que éstas serán "más bajas". "Es muy posible que a mediados de 2010 nos veamos obligados a cerrar. Necesitamos la respuesta del Ayuntamiento, porque en cuanto baje los brazos nosotros nos caemos", vaticina.

Martín atribuye esta asfixia económica tanto a la irregularidad de la recaudación en taquilla -"a lo mejor una noche haces 3.000 euros y a la siguiente los pierdes, y así no se puede"-; como a la falta de cultura de conciertos cotidiana o normalizada en Sevilla -"en Madrid y Barcelona la gente va a ver a sus grupos lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado; nosotros sólo podemos programar viernes y sábado, porque si lo hacemos un miércoles nos vemos solos"-; y al uso del local únicamente para conciertos, que es una fórmula, afirma, "que no da más de sí". "Cuando termina una actuación -continúa- la gente se va y cerramos. Si lo usáramos como discoteca después de los conciertos o durante la semana, habría mucho más margen de beneficio y por tanto de viabilidad. Pero no tenemos capacidad para invertir en acondicionar el espacio como discoteca ni para competir con otros sitios ya muy consolidados en la ciudad".

Así las cosas, la realidad de la Sala Q parece haber entrado en una dinámica viciada, incluso paradójica, de difícil solución: su respuesta a una realidad terca y compleja (dificultad para atraer al público, disuadido en parte por la ubicación del espacio, en el Polígono Calonge) es presionar al Ayuntamiento, de cuyas ayudas, que efectivamente recibe aun con retraso, depende su continuidad, y a una delegada de Cultura con la que mantiene una relación esquiva: "Nos recibe, sí, pero porque quedaría demasiado mal que no nos recibiera. Lo que pasa es que nos recibe durante cinco minutos y luego se van con prisas", se queja Martín.

A pesar de esta existencia precaria, la sala, con una asistencia media de "entre 200 y 300" personas, asume una serie de conciertos que casi no podrían celebrarse en otro lugar de la ciudad; por su caché o por la amplitud de su público, artistas como Antony & The Johnsons, CocoRosie, Lagartija Nick, Manta Ray, Jarabe de Palo, Chambao, Medina Azahara o Micah P. Hinson -por citar sólo a algunos de los casi 500 variopintos conciertos que ha acogido desde su apertura- habrían tenido difícil actuar en una sala más pequeña o más grande.

Aparte de los cuatro empleos estables -que "pueden llegar a 15" cuando hay concierto-, esto, un lugar para la música mediana -desde el punto de vista de su audiencia- es lo que está en juego en una ciudad que en los últimos tiempos pelea por meterse en el goloso circuito de conciertos de alcance masivo e internacional. "Eso está muy bien por un lado, porque es lamentable tener el Estadio de la Cartuja desaprovechado. Pero con una parte ridícula del dinero que se emplea para esos conciertos de relumbrón, yo puedo pagar más de 100 conciertos. Hay que apoyar todas las músicas y durante todo el año", dice Martín, que está a la espera de recibir una oferta para, literalmente, "quitarse de en medio". Ha tenido ya varias, dice, pero si no ha aceptado ninguna es porque su intención pasa por garantizar que el lugar siga siendo una sala de conciertos y no "un concesionario de coches".

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