divulgación

'Santoral' del antifranquismo

Llegada de Eduardo Saborido a la estación de San Bernardo con  unos claveles en la mano, tras la amnistía en noviembre de 1975.

Llegada de Eduardo Saborido a la estación de San Bernardo con unos claveles en la mano, tras la amnistía en noviembre de 1975. / j. j. ruiz benavides / archivo histórico ccoo-a

A lo largo de estas once biografías se pueden puntear cuatro décadas de historia y enterarse, más o menos, de lo que sucedió entonces en esta penumbra que llamamos Andalucía. Si uno dispone los textos en el suelo, éstos tienen la condición sobrecogedora que deja el contorno de tiza de un cadáver cuando el juez ordena levantar el cuerpo. Lo que nos queda es el relato de la lucha contra la dictadura de Franco desde un nido de carne y nombres propios.

El resultado tiene algo de santoral de la resistencia. Combatientes, represaliados, clandestinos. Ellos, que dejaron una forma de estar en el mundo chocándose con él, están reunidos en el último número de la revista Andalucía en la Historia, que edita el Centro de Estudios Andaluces. Lo que resulta de este hilo de vidas es "un mapa amplio de la historia de la no resignación", explica el profesor de la Universidad de Sevilla Alberto Carrillo-Linares, coordinador del trabajo.

El antifranquismo creció en Andalucía desde todos los lugares, edades e ideologías

Por este vagón de existencias sabemos que el antifranquismo creció en Andalucía en ámbitos rurales y urbanos; que llegó a la Iglesia, a los hogares, a las fábricas, a las universidades, a las asociaciones de vecinos… Tampoco tuvo edad para enrolarse, aunque el empuje de la juventud dotó de dinamismo a la oposición. Desde el punto de vista político, el PCE animó en buena medida la resistencia a la dictadura, pero a ella se sumaron anarquistas, trotskistas, maoístas, socialistas, cristianos de base…

"Es un reto para los historiadores del franquismo conocer cómo los españoles entregaban algo al silencio, cómo se callaban en público la crítica al régimen y cómo administraban en privado el anhelo de libertad y de una sociedad más justa. El espacio de acción era la vida cotidiana y, sobre todo, puertas adentro, donde ningún régimen por poderoso que sea puede vencer al susurro, a las cuitas o a la resistencia", señala el director de Andalucía en la Historia, el profesor Manuel Peña Díaz.

Algunas de estas biografías representan la continuidad de la lucha contra la dictadura desde el estallido de la Guerra Civil hasta el final del franquismo, decretado aquí a modo de bocinazo temporal el 15 de octubre de 1977 con la aprobación de la ley de amnistía para los presos políticos. Otras, más puntuales, ilustran la oposición al régimen en distintos ámbitos: el sindicalismo, el movimiento estudiantil, los colectivos vecinales, los despachos laboralistas, la fuerza campesina, el sector minero…

Destacan, entre esas once biografías, algunas que traen en el zurrón una estela de leyenda, como si valieran por sí solas por un ecosistema, un mundo, un tiempo entero. Es el caso de la almeriense Encarnita Magaña (1921-1942), fusilada por participar en la trama del Parte Inglés dedicada a copiar y distribuir noticias del transcurso de la Segunda Guerra Mundial tomando como fuente el extracto de la BBC que se publicaba en el diario gibraltareño El Calpense.

"Las autoridades franquistas consideraron esas notas de prensa como propaganda subversiva", expone la autora de la aproximación biográfica, Sofía Rodríguez López, de la Universidad de Almería. La sentencia dictada por un tribunal militar fue claramente ejemplarizante: ocho condenados a muerte por informar de una guerra en la que las fuerzas aliadas comenzaban a tomar ventaja sobre el ejército nazi, que caería derrotado al año siguiente en Stalingrado.

Rodeada de dinamita está la vida del onubense Francisco Romero Marín (1915-1998), minero apodado El Tanque tras su paso, a la conclusión de la Guerra Civil, por la prestigiosa academia soviética Frunze, donde alcanzaría el grado de coronel del Ejército Rojo. Trabajó en la clandestinidad en la organización del PCE, primero en París, y después ya en tierras españolas. Hacia 1962, tras la detención y ejecución de Julián Grimau, se convirtió en el máximo dirigente comunista en el interior.

De su etapa de clandestinidad, el autor del perfil biográfico, Pedro Feria Vázquez, de la Universidad de Huelva, da cuenta de atrevidas acciones, como las citas que mantuvo con miembros de la oposición al régimen en la mismísima sede del Ministerio de Justicia y la asistencia a una corrida de toros en Las Ventas, ocupando una localidad a escasos metros del palco donde se encontraba Franco. "Se decía -añade- que fue el hombre más buscado por la Brigada Político Social en toda la historia de la dictadura".

También sobresale el estruendo vital del gaditano Francisco Cabral Oliveros, conocido como Paco El Vazque, una de las figuras más conocidas del movimiento campesino en la comarca del Marco de Jerez por su liderazgo en la huelga de la poda de viñas de 1969. Tras aquel paro, él se libró de la cárcel al no poder acreditarse su pertenencia al PCE y contar con el testimonio a favor del secretario de la jefatura local del Movimiento, quien lo calificó de "persona de excelente conducta moral, pública y privada".

Cabral llegó a ser diputado en el Congreso tras la dimisión de Rafael Alberti, quien lideró la lista del PCE por Cádiz en las primeras elecciones democráticas. El poeta justificó su renuncia para dar paso a "un auténtico representante de la clase trabajadora andaluza". En Trebujena, su localidad natal, consiguió superar el 60% de los votos en las generales de 1977 y 1979. "No podían tener mejor reconocimiento sus años de luchas obreras", expone el autor de su perfil, Diego Caro Cancela, de la Universidad de Cádiz.

Este repaso de vidas y nombres también hace parada en Rosario Ramírez Mora, Alfonso Fernández Torres, Concepción Gallardo Moreno, Manuel Ramón Alarcón, Margarita Birriel Salcedo, Ignacio Vázquez Parladé, Filomeno Aparicio y Eduardo Saborido, cuya imagen a su llegada a la estación de San Bernardo, con unos claveles en la mano, tras la amnistía de 1975 sirve de portada al último número de la revista Andalucía en la Historia.

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