Cultura

Sugerente y nostálgico Schubert

Fuera porque al aficionado sevillano siempre le cuesta algo desperezarse tras un período festivo (sin apenas conciertos de relieve, algo insólito en una Ciudad de la música) o por la coincidencia con la actuación del ballet de Víctor Ullate en el Maestranza, lo cierto es que la afluencia de público fue menor de la esperada para una cita de altísimo interés, en la que se interpretaba uno de los más extraordinarios ciclos de lieder de la historia, la inmortal Bella molinera de Schubert.

Lo traía Mark Padmore, tenor criado en el venero inagotable de la música antigua británica, acompañado para la ocasión por un pianista extraordinario, el joven vienés Till Fellner, cuya actuación sobrepasó con mucho lo que se espera de un acompañante. Matizó hasta el límite, respiró milimétricamente con el cantante, captó a la perfección la atmósfera de cada tema... Ojalá pronto vuelva a Sevilla como solista.

Padmore mostró una voz lírica, de timbre más bien neutro y nasal, muy bien trabajada técnicamente, aunque no muy natural, lo que se apreció en unos ascensos al agudo bien trazados pero no fáciles. Dejó una sensación general de artificiosa expresividad, lo cual no es necesariamente malo en el universo del lied (¿no eran artificiosos Schwarzkopf o Fischer-Dieskau, maravillosos intérpretes de esta música?), con un muy sutil y elegante tratamiento de las medias voces, lo que dio realce a los temas más nostálgicos, tiernos y melancólicos, frente a los más poderosos y violentos, algo atropellados. El final, con esa bellísima nana que es a la vez marcha fúnebre, dejó una sugerente y nostálgica sensación de paz.

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