Hay temas, como los que trata Rafael Campos, el autor de Días sin nada, que, sin duda, necesitan ser afrontados. Los efectos de la guerra asustan a los propios psicólogos que, se supone, son los que más saben sobre la mente humana.

¿Por qué matamos? ¿Por qué somos capaces de traficar con niños? El autor indaga sobre la mente de una asesina interpretada por Cristina Yáñez, víctima, a su vez, de violación y vejación.

La conversación con otra mujer, excelente Pilar Molinero, que funciona como conciencia de los europeos bien alimentados, hace que ambas se enfrenten a sus propias realidades. El trío se conforma con Santiago Meléndez (el marido), contenido y muy creíble, al que también le debemos una eficiente puesta en escena como director de la obra.

Algo ajustada, a la hora de unir los dos temas, el del crimen del marido y el tráfico de niños (se notan demasiado las costuras), Días sin nada, guarda, en su última escena, la clave para entender los comportamientos de sus personajes. Sorpresivo final que golpea nuestras buenas conciencias.