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Cuna y exilio en Caballero Bonald

Vendimia de Jerez en Colombia

  • En Bogotá escribe Caballero Bonald su primera novela y nace su primer hijo l ‘Dos días de septiembre’ ganó el Biblioteca Breve que antes lograron Luis Goytisolo y García Hortelano

José Manuel Caballero Bonald, en su casa de Madrid.

José Manuel Caballero Bonald, en su casa de Madrid. / Paco Campos

“Aquí mi obstinación es mi alegría: un libro, un vaso, nada”. Así termina uno de los poemas del libro Las horas muertas, que José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926) publicó en 1959 y que forma parte de su primera antología, que tituló Vivir para contarlo, publicada en 1969, hace ahora cincuenta años. Un libro, un vaso, todo. Parafraseando el tríptico poético del autor, un libro, un vaso, todo. La antología Años y Libros, con edición de Luis García Jambrina, con un texto introductorio firmado en Ungilde (Zamora), que apareció el mismo año que el autor recibió el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, podría dar lugar a Años y Vinos.

Hay dos maneras muy saludables de acercarse a los afanes de la vendimia. Una es ver en la Fundación Unicaja, paseo de la Palmera, los tres cuadros que Joaquín Sorolla dedicó a la vendimia de Jerez. Otra es leer Dos días de septiembre. Como un reloj llega otra vez la fecha en la que comienza todo –la nueva temporada en la radio, el nuevo curso político, el final de las vacaciones...– y que aparece anun ciada en esa novela con la que Caballero Bonald ganó en 1961 el premio Biblioteca Breve en su tercera edición.Las dos anteriores lo obtuvieron Luis Goytisolo con Las afueras (1958) y Juan García Hortelano con Nuevas amistades (1959). La de 1960 quedó desierta, estando entre los finalistas Juan Marsé, que lo ganó en 1965 con Últimas tardes con Teresa. Un año después que Caballero Bonald ganó el Biblioteca Breve Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros.

Dos días de septiembre es la primera novela de Caballero Bonald. Un regreso a su medio natural, al Jerez de su infancia y adolescencia, pero evocado desde Colombia, donde llega en 1960 para dar clases de Literatura Comparada y Humanidades. Él también era un poeta recién casado, como su admirado Juan Ramón Jiménez. En el verano de 1956, en la playa de Pollensa, conoce a Pepa Ramis, la J. Ramis Cabot que aparece en la selección de los poemas de Años y Libros. El poeta colaboraba entonces con Camilo José Cela en la revista Papeles de Son Armadans. Se casa con Pepa Ramis en enero de 1960. En Colombia escribe su primera novela y allí nace su primer hijo, Rafael. Conoce a Gabriel García Márquez y recorre el río Magdalena.

Un año antes de su viaje a Colombia, donde también publicó su primera antología poética, El papel del coro, en febrero de 1959 participa en Colliure (Francia) en el vigésimo aniversario de la muerte de Antonio Machado. Allí coincide con José Agustín Goytisolo, hermano mayor del ganador de la primera edición del Biblioteca Breve, Carlos Barral, Ángel González, José Ángel Valente o Jaime Gil de Biedma. De la misma forma que la pérdida de las colonias fue el desencadenante de la generación del 98 y el homenaje a Góngora en Sevilla la primera piedra de la del 27, este homenaje a Machado en el pueblo francés donde murió exiliado lo considera Caballero Bonald el punto de partida del grupo poético del 50. Siete años más tarde, en febrero de 1966, formó parte de la comisióin organizadora del homenaje a Machado en Baeza que suspendió la autoridad gubernativa.

El vino que corre por las páginas de Dos días de septiembre lo hace también por las ramas del árbol genealógico del escritor. Caballero Bonald nace el 11 de noviembre de 1926 en Jerez. Su padre, Plácido Caballero, había nacido en Camagüey, Cuba, de madre criolla y padre santanderino, dueño de una empresa vinícola. También hay vino en su segundo apellido, el que le dio su madre, Julia Bonald, de la familia del vizconde de Bonald, un filósofo tradicionalista francés. La familia materna se establece en Andalucía a mediados del siglo XIX y se dedica a la industria vinatera.

“Creo que yo escribí para parecerme a Espronceda”, ha contado alguna vez. El descubrimiento de una biografía del poeta fue tan determinante como las lecturas de Salgari, Stevenson, London, Conrad y Melville, los cinco magníficos de su humus literario, de su aproximación a la literatura por la aventura. Como no podía igualar a Espronceda en sus hazañas, optó por las dos más asequibles, “escribir poesía y llevar una vida licenciosa”.

Falsa modestia del escritor que además de serlo en la poesía, la prosa o las memorias (se cumplen pronto los 25 años de su Tiempo de guerras perdidas), estudió Náutica, obtuvo el título de patrón de pesca y embarcaciones, adaptó para el teatro obras de Rojas Zorrilla o Tirso de Molina y colaboró con los cineastas Jaime Camino y Manuel Gutiérrez Aragón en una película-homenaje a García Lorca y la serie documental Andalucía de cine, respectivamente. Con su amigo Fernando Quiñones, es además el escritor que más se ha acercado al mundo del flamenco.

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