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Cultura

Viva la muerte

  • 'El teniente Sturm '. Ernst Jünger. Trad. Carmen Gauger. Tusquets. Barcelona, 2014. 126 páginas. 13 euros.

A propósito de la crónica recientemente traducida de otro alemán que combatió en las trincheras, Guerra de Ludwig Renn (Fórcola), dice Fernando Castillo que el infierno francés alumbró un nuevo género de literatura bélica donde la épica del heroísmo dio paso a una cruda recreación de las espantosas consecuencias de la guerra tecnificada, obras testimoniales y a menudo muy críticas, cuando no abiertamente pacifistas. Algunos excombatientes, sin embargo, aunque no hurtaron los horrores de la contienda, siguieron apegados a una visión caballeresca y sin duda extemporánea que celebraba el honor, el coraje o la disposición al sacrificio en situaciones extremas. Sobre todos ellos destaca el nombre de Ernst Jünger, que abordó su experiencia durante la Primera Guerra Mundial -de la Segunda escribió en Radiaciones- en tres libros excepcionales: el inaugural Tempestades de acero (1920), el hace poco recuperado Diario de guerra (inédito hasta 2010, base para el anterior) y un tercero hasta ahora desconocido entre nosotros, El teniente Sturm (1923), la novela igualmente temprana en la que Jünger reelaboró, llevándolas a la ficción, sus vivencias en el campo de batalla.

Como en sus obras estrictamente autobiográficas, encontramos en El teniente Sturm la mezcla de realismo en los detalles, rigor en la reconstrucción de las condiciones del frente y paradójica exaltación del vitalismo en un paisaje presidido por la muerte. También la penetración psicológica, la capacidad de abstracción en medio del caos y una fría distancia que raya en la insensibilidad. El joven narrador, antiguo estudiante de Zoología, tiene ya esa característica mirada de entomólogo y la inclinación, tan jüngeriana, a teorizar sobre el género humano -o la vida militar, o el Estado moderno- a partir de los comportamientos individuales. En los relatos de corte expresionista que lee a sus compañeros, donde trata de expresar "lo común de su tiempo: inquietud, pasión y febril exaltación", Sturm reivindica la presencia de los hombres de letras en la primera línea, como parte de esa avanzadilla o "comunidad de combate" en la que "vibra el gran ritmo de la vida". La era de los obuses ha alumbrado un mundo nuevo y Jünger, fascinado por sus implicaciones, corre alegre al encuentro con la metralla.

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