A pocos meses del derribo del Palenque, se organiza esta muestra de arquitecturas avanzadas, uno de cuyos protagonistas es José Miguel Prada Poole, el autor del edificio desaparecido. La realización del Palenque no se atuvo, de todos modos, al proyecto inicial. Prada había propuesto un sistema de refrigeración acorde con sus estudios del clima de la isla, que, de haberse realizado, hubiera convertido el Palenque en un edificio-nube: una nube artificial lo habría refrigerado. La propuesta da idea del trabajo y las inquietudes de este arquitecto: materiales poco agresivos, integración del edificio en el medio y aprovechamiento de los recursos del mismo para hacerlo habitable. En la muestra puede verse uno de sus primeros proyectos, Jonás, una casa modular e inteligente, que puede ampliarse o relacionarse con otras viviendas fácilmente. En parecido sentido va Instant City, un proyecto que sí se realizó: una ciudad efímera de arquitecturas inflables, construida para un congreso de diseño en Ibiza: tenía espacios para las reuniones, daba alojamiento a los congresistas y les ofrecía lugares de esparcimiento. Un tercer proyecto, Atlántida, diseña una ciudad flotante, sobre el mar, que no por ello carece de servicios.

A las utopías posibles proyectadas por Prada Poole se unen en la muestra las de los arquitectos norteamericanos que en 1968 (fecha del proyecto, ya citado, Jonás) formaron el grupo Ant Farm. También indagaron los materiales plásticos para arquitecturas inflables, fáciles de transportar y respetuosas con el medio. Pero su trabajo alternativo se dirigía además a la reflexión crítica sobre la imagen y los mitos de nuestro tiempo. Así, en 1974, en plena crisis del petróleo, proyectaron Cadillac Ranch: diez cadillacs, enterrados de morro con las ruedas traseras al aire, sugerían el agotamiento del automóvil, emblema de la cultura americana. Su crítica sobre la televisión (otro emblema: TV = top value) les llevó a representar en vídeo el asesinato de Kennedy para sugerir que de aquel suceso seguimos sin conocer nada más que la imagen. En otra obra, esta vez una performance, estrellaron un sofisticado automóvil contra un muro formado por receptores de TV ardiendo, algo que se comenta por sí solo. La muestra ofrece una detallada información documental y videográfica de los diez años de existencia de Ant Farm, pero también incluye una réplica del extraño furgón con el que recorrieron las universidades de California y Texas explicando sus propuestas. En tales jornadas repartían un folleto sobre arquitecturas inflables que cualquier aficionado al bricolage podría hacer.

La exposición es, en conjunto, una evocación de los buenos viejos tiempos en los que se pensaba que, pese a la opacidad de la Administración y a los recetarios tecnocráticos, aún era posible otro modo de vida. No es por eso un revival. Al contrario, la frescura de la muestra hace que vuelva la antigua inquietud, el aguijón de la utopía.