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Cultura

Por un arte de manos abiertas

  • El Museo Picasso de Málaga inaugurará en abril su exposición dedicada a la Escuela de Londres, organizada junto a la Tate Gallery con obras de Freud, Bacon, Andrews y Auerbach, entre otros.

Ante el dardo lanzado por Adorno a la posibilidad de una creación artística (o poética, que no es lo mismo pero es igual, al menos dado el arte que aquí nos ocupa) después de la Segunda Guerra Mundial, ellos lo tuvieron muy claro: no sólo era posible sino que era necesario. Pero para ello había que trasladar algunas bases. La abstracción había abierto durante la época de las vanguardias puertas insospechadas a la pintura desde una determinación dada tanto a la tabula rasa, no sin violencia, como a la expresión espiritual en la más absoluta disposición a la transcendencia del ser. Pero los caminos que se habían extendido tras aquella puerta, a pesar de la consolidación del lenguaje abstracto en todas las latitudes, no siempre conducían a los mejores mundos posibles. Si al arte le quedaba algún sentido era en la dimensión exacta de lo humano, en su figuración, representación y anatomía, pero más aún en su definición doméstica, la extraña poética (ahora sí) de lo cotidiano. También era necesario trasladar el campamento desde París, ciudad ampliamente contaminada por sus excesos plásticos, a otra plaza en la que fuese posible empezar de cero con menos tradición a la espalda. Ellos fueron los artistas de la Escuela de Londres, un movimiento que cambió para siempre la historia de la pintura del siglo XX y cuya influencia se extiende plena hasta el presente. Sus pintores optaron por un arte de manos abiertas, sin trucos ni ases en la manga.

El Museo Picasso de Málaga dedicará a este episodio único la exposición Bacon, Freud y la Escuela de Londres, un proyecto impulsado por la Tate Gallery en colaboración con el museo andaluz y que reunirá obras de Michael Andrews, Frank Auerbach, David Bomberg, William Coldstream, Ronald B. Kitaj, Leon Kossoff, Paula Rego y Euan Uglow, además de los dos citados en el título de la muestra, verdaderos ganchos para el gran público. Se inaugurará el 25 de abril y podrá verse hasta el 17 de septiembre.

Buscamos una comprensión más rica del arte posterior a la Segunda Guerra Mundial"

La comisaria de la exposición, Elena Crippa, ofrece la clave principal con la que se justifica la puesta en marcha de una nueva iniciativa en torno a la Escuela de Londres: "Durante mucho tiempo el trabajo de estos artistas pareció chocar de frente con el discurso artístico dominante, pero en las últimas décadas se ha reconsiderado y ha recibido una posición central para una comprensión más rica y compleja del arte y la cultura posteriores a la Segunda Guerra Mundial".

En realidad, bajo el epígrafe Escuela de Londres yace una nómina de artistas que comparten buena parte de sus criterios estéticos pero también resultan ampliamente singulares y diversos, incluso en sus orígenes, mucho más allá de Londres y del mismo Reino Unido, si bien es cierto que la capital del Támesis (gracias al prestigio de instituciones académicas como la School of Art) aglutinó a todos estos creadores como contexto favorable a este nuevo París que aspiraba a tomar las riendas del arte. Casi todos los pintores adscritos a la Escuela de Londres nacieron entre los años 20 y 30, con la excepción preclara de Francis Bacon, quien vino al mundo en 1909.

El irlandés se convirtió en emblema bien visible de la marca con sus tremendas imágenes, en las que late el mismo corazón de la tragedia de Shakespeare; pero lo cierto es que su relación con el resto de los artistas catalogados no fue mucho más allá, en parte por la propia percepción de la obra de Bacon en el mundo. Si en torno a sus trípticos y descarnados retratos cundió la consideración expresionista, precisamente lo que la Escuela de Londres quería evitar a toda costa. En Francis Bacon, lo humano y lo cotidiano se dan, pero de manera radicalmente distinta; como por otra parte en Lucien Freud, si bien su registro sí ofrece un espejo en el que la Escuela de Londres puede reconocerse con más garantías. Entre los artistas incluidos en la exposición no faltarán outsiders como la portuguesa Paula Rego, una de las pocas mujeres señaladas en nómina y también una de las pocas nacidas fuera del Reino Unido.

Esta nueva revisión de la Escuela de Londres resulta oportuna en España, donde en las últimas décadas se ha prestado especial atención a Francis Bacon pero no al resto de artistas implicados. Para encontrar un órdago semejante hay que remontarse 20 años atrás, en 1996, a Barcelona y a la Fundación Caixa Catalunya, que acogió entonces la exhibición From London, con un listado de pintores similar al que comparecerá en Málaga bajo la organización del British Council. En el catálogo de aquella muestra, Richard Calvoressi liquidaba la polémica en torno al expresionismo de esta forma: "Los críticos han tenido la tentación de identificar una vertiente expresionista en la pintura de la Escuela de Londres cuando de hecho el expresionismo no podía estar más alejado de las inquietudes de los pintores de esta exposición". Si de señalar influencias o vínculos se trataba, Calvoressi prefería optar por el surrealismo o la nueva objetividad.

Si algo tenían en común los artistas de la Escuela de Londres era su apuesta sin fisuras por la pintura como lenguaje y como medio de trabajo: era en la pintura donde la poética de lo humano en su acepción más humilde podía llegar a ser universal. En el catálogo de From London, David Cohen escribía: "La Escuela de Londres es escuela en tanto que comparte una creencia perseverante en el poder de la pintura. Para estos hombres, menos es menos; la búsqueda de la destilación (...) representa mengua, empobrecimiento". Así, con este menos es menos, la Escuela de Londres se opone frontalmente a las tendencias conceptualistas (expresadas a menudo a través de la incipiente performance, los happenings y demás recursos fronterizos) con las que sus artistas convivieron. Y la oposición se sostiene, en esencia, a partir del criterio que obsesionó a la Escuela de Londres: la verdad.

Una verdad manifiesta en aquellos segmentos, sucesos, episodios, liturgias y manifestaciones habitualmente exentas de la representación artística. Tal y como los artistas adscritos al movimiento confirmaron a modo de manifiesto en el Colony Room del Soho, su apuesta era la de una pintura realista, en el sentido de que debía resultar "provocativa por su interés en los temas a menudo desprovistos de cualquier estética y por las actitudes inquietantes". Resultaría interesante establecer un paralelismo entre esta afirmación y la evolución que la literatura británica ha seguido desde entonces, justo en los mismos parámetros. El mundo lo pedía a gritos.

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