Cultura

Las dos caras de la guitarra

III Festival Internacional de Guitarra de Sevilla. Programa: Obras de J. S. Bach, F. Mompou, A. C. Jobim, L. Legnani, A. Barrios, M. Ponce e I. Albéniz. Intérpretes: Jeffrey Macfadden y Judicael Perroy. Lugar: Cajasol. Fecha: Martes, 23 de octubre. Aforo: 100 personas.

Frente a los oropeles de incierto futuro y de espesas motivaciones de algunas recientes iniciativas musicales en esta ciudad, se puede contrapopner el trabajo serio, callado, constante y desprendido de quienes quieren de verdad hacer cultura en Sevilla, sembrar para el futuro y luchar por la verdadera calidad.

Es el caso de este evento que Francisco Bernier se echa sobre sus espaldas ya por tercera vez y que pretende cerrar todos los ángulos posibles alrededor de la guitarra clásica. A las clases magistrales, a las conferencias de notabilísimos compositores interesados en este instrumento (García Abril, Sánchez Verdú) y al concurso internacional de jóvenes intérpretes, se les suma una serie de conciertos también magistrales a cargo de algunas de las personalidades más reconocidas en la interpretación guitarrística. Lástima que, al menos hasta anoche, haya calado poco la asistencia a los conciertos (a sólo 3 euros) más allá de los propios alumnos.

Y es una pena, porque anoche se pudo asistir a una más que satisfactoria velada en la que se pudieron apreciar dos facetas muy diferentes de la interpretación de este instrumento. Jeffrey Macfadden, bien conocido por sus grabaciones, quiso hacernos ver la velocidad de su digitación, la precisión de su pulsación y la facilidad pasmosa para resolver los pasajes más ornamentados y complejos, lo que quedó más en evidencia en la música de Bach, quizá un poco precipitada en el fraseo en las secciones lentas. Esa misma velocidad jugó en su contra en la música de Mompou, en la que los silencios tienen tanta carga expresiva.

En contraste con el sonido contenido y poco contrastado de Macfadden, Perroy desplegó unas sonoridad ricas en armónicos, cálidas y de graves profundos. Fue pasmosa su versión de virtuosismo en Legnani, como no menor fue la sensibilidad y delicadeza de su fraseo en Barrios y Ponce.

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