Una buena corrida de Los Recitales que se quedó lamentablemente sin torear

Curro Díaz, Iván Vicente y Ambel Posada dejaron ir una gran oportunidad y fueron silenciados en sus respectivas actuaciones

El diestro linarense Curro Díaz en una verónica de recibo en Las Ventas.
El diestro linarense Curro Díaz en una verónica de recibo en Las Ventas.
Juan Miguel Núñez (Efe)

11 de mayo 2009 - 05:00

Una buena corrida de Los Recitales, aunque incompleta en número ya que los veterinarios habían aprobado sólo cinco toros, fue la nota sobresaliente de la tarde de ayer en Las Ventas, en un festejo en el que, sin embargo, destacaron también los toreros por su incapacidad para triunfar. Se cumplió el dicho de que cuando hay toros no hay toreros, porque esta vez lució el ganado muy por encima de los toreros, que en definitiva se dejaron ir una buena oportunidad. Corrida ideal en todo. Fue una pena que los veterinarios obligaran a remendar el buen conjunto que trajo para su debut en San Isidro el ganadero Salvador Martín, propietario de Los Recitales. Se olvidaron de que el toro en tipo para embestir guarda necesariamente una armonía de hechuras que es necesario respetar. Ese fue el toro que predominó en Las Ventas, cuatro (buenos) de cinco. Y aunque el de Fernando Peña dio también de sí, hay que advertir que lo normal es que el mastodonte, que impresiona por el volumen, sea pura lotería, ya que lo más probable es que se quede todo en la fachada.

Buena corrida, hay que insistir, más allá de las apariencias externas, también por su comportamiento. Sobresalen los toros buenos aún más cuando en las tres corridas anteriores que ya se habían lidiado esta feria, la media de embestir ha estado por debajo de cero.

Lo negativo de ayer fue que la terna, los tres espadas sin excepción, no fueron capaces. Para desgracia de ellos mismos, los toreros, y para desdicha también de los propios toros. Corrida a todas luces desperdiciada. Un grito muy común en esta plaza con un mensaje despiadado para los toreros en situaciones como ésta: "¡Se va sin torear!". Tenía razón el maestro Antonio Chenel Antoñete cuando dijo que "un buen toro debería tener el derecho de elegir su matador". No fue así, y a estas horas hay que lamentar la injusticia con los toros. No valen excusas por parte de Curro Díaz, que quiso exigirle mucho a su primero, obligándole con la muleta muy abajo en lugar de aliviarle cuando perdía las manos. Total, para no pasar de hacer proyectos de pases, lo que se dice tirar líneas. También en el cuarto perdió demasiados pasos entre pases, incapaz de quedarse en el sitio.

Iván Vicente se entretuvo en una larguísima faena a su primero, tanto que llegó a escuchar el primer aviso cuando todavía no le había montado la espada. El toro todavía embistiendo, y la faena sin ningún poso. En el de Peña que hizo quinto, que también se dejó una barbaridad aun con el pequeño defecto de abrirse ligeramente, tampoco se acopló, dando pie a que el tendido le apremiara con unas elocuentes palmas de tango.

Posada tampoco fue capaz, bailando mucho delante de su buen primero, toro pronto y repetidor, que embestía largo y por abajo. El sexto fue más molesto, tomando los engaños un punto rebrincado. Pero a esas alturas de la tarde, la balanza ya estaba definitivamente inclinada a favor de los toros. Los silencios al final de las seis faenas en contraste con las ovaciones a los toros, lo dicen todo.

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