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García y García | Crítica

Intercambio de cuñados

Pepe Viyuela y José Mota en una imagen del filme.

Pepe Viyuela y José Mota en una imagen del filme.

Producto cómico estándar a la medida blanca, blanda y familiar de sus dos televisivos protagonistas, el sobrevalorado (sobre todo cuando no se trata de imitar) José Mota y el anacrónico y físico Pepe Viyuela, García y García tira de enredo clásico, escenarios de producción vasca y desfile de secundarios con algo de soltura y pegada (Ugarte, Areces, Martita de Graná, Castella, Arnedo) para intentar poner al día el viejo asunto del intercambio de identidades entre el rico estirado y el pobre buena-gente a propósito de la crisis empresarial de una compañía aeronáutica low-cost en la que, cito literalmente, todos parecen “lowcos de remate”.

Ese es el nivel medio de unos chistes y gags de segunda mano (camas y duchas rotas, una comida chapucera en restaurante elegante, un accidente de avión y persecuciones en la pista incluidas) que salpican la supuesta química de contrarios a la conquista de la dignidad perdida o el amor romántico en las que se nos antojan metas demasiado elevadas para nuestros protagonistas, siempre humanizados por sus dos intérpretes muy por encima de toda credibilidad. Dirige el asunto con mediano posibilismo Ana Murugarren (Tres mentiras, La higuera de los bastardos), quien seguramente hubiera agradecido un poquito más de presupuesto para la acción e inspiración para las escenas de grupo.

 

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