La vida era eso | Crítica

Crónica de un redescubrimiento

Petra Martínez y Anna Castillo en una imagen de 'La vida era eso'.

Petra Martínez y Anna Castillo en una imagen de 'La vida era eso'.

Un año después de su presentación en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, La vida era eso llega a la cartelera después de abrirse paso poco a poco a golpe de premios y nominaciones, entre ellas las de mejor actriz para la veterana Petra Martínez y el de mejor director novel para David Martín de los Santos en los próximos Goya.

Candidaturas que se antojan razonables a tenor del trabajo de una y otro en este relato de fuga y re-descubrimiento vital que sortea no pocos prejuicios, tabúes y previsiones para adentrarse en el camino (opaco, silencioso) de una mujer madura, española emigrante y residente en Bélgica que, tras sufrir un infarto, conocer a una joven (Anna Castillo) en el hospital y entablar con ella una pequeña amistad drásticamente truncada, se adentra en su propia vía de autoafirmación en el espejo de la vida de otra.

Martín de los Santos pliega y esconde bien los quiebros de su historia para saltar de las cuatro paredes de la habitación del hospital a las carreteras y paisajes del oriente almeriense como territorio de misterio que conduce a nuestra protagonista a una revelación, un territorio de encuentros, interrogantes y ausencia en el que terminará encontrando ese contacto con su propio cuerpo como catarsis a demasiados años de silencio, sumisión y vida en segundo plano. Ni siquiera eran necesarios algunos ecos o esos apuntes del pequeño drama familia para entender que la aventura de María hacia sus raíces y su tiempo perdidos era también la aventura de la recuperación de las frágiles riendas de la vida en sus postrimerías.