Crítica | Laura Vital

Ansias de cante

La cantaora sanluqueña y el guitarrista Eduardo Rebollar en el recital del Alcázar.

La cantaora sanluqueña y el guitarrista Eduardo Rebollar en el recital del Alcázar. / Actidea (Sevilla)

Todavía hoy, 50 años después de su fallecimiento, cuando una escucha a Pastora Pavón siente cerquita el fulgor de su garganta y se sobrecoge por la riqueza de su cante y la velocidad de una voz, a la que hasta la declaración de Bien de Interés Cultural le queda pequeña. Un poderío sobrenatural al que, con admiración y empeño, aspiran -o deberían- los artistas jondos, incluso a sabiendas que jamás alcanzarán la majestuosidad de la Niña de los Peines. Porque ¿acaso no es el arte un anhelo? ¿No es el cante un afán? ¿No nace el flamenco del ansia?

A esta reflexión, desde luego, traslada el recital con el que Laura Vital sorprendió este martes al público del ciclo Noches del Alcázar, demostrando que la elegancia, la voluntad y el conocimiento también son territorios por los que transitan la emoción. Así, el cariñoso homenaje a la valentía y resistencia de la mujer flamenca del que partía la propuesta terminó siendo el cimiento sobre el que la sanluqueña dibujó su propio perfil de cantaora honesta, sensata y generosa.  

En este sentido, ofreció un amplio, maravilloso y necesario repertorio donde incluyó los refrescantes y coloristas tangos de la Marelu, Juana la del Revuelo y la Rempompa; la malagueña de La Trini y la Peñaranda, en la que evidenció su academicismo y el absoluto control de su voz; las cantiñas de la Niña de los Peines, la Mejorana y la Juanaca; la bambera de la Pavón, mecidas con gusto y sabiduría; los fandangos de María la Conejilla, Juana María y María Limón, con los que arrancó efusivos oles; la mariana y las bulerías de su último álbum Tejiendo lunas. Todo con la guitarra cómplice y atenta de un Eduardo Rebollar que supo imprimir el brillo, la fantasía y la compostura que requiere la artista.

En definitiva, Vital se mostró como una cantaora fértil y entregada, que supo ganarse al público llenando de agradable luminosidad y alegría estos jardines mágicos donde con conciertos así las noches se pasan volando.

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