Cultura

Para un debate sobre la universidad

  • Los trabajos de Antoni Muntadas estimulan más la reflexión que la mirada. Prueba de ello es su exposición del Cicus, donde analiza el papel de la Universidad en su relación con la sociedad

Oponer el valor del conocimiento a las estructuras que administran el saber, las universitarias, es el núcleo de este proyecto de Antoni Muntadas (Barcelona, 1942). La muestra se divide en dos secciones separadas por un recinto dedicado a la lectura. En cada sección hay tres pantallas: la primera muestra fragmentos de textos, la siguiente recoge opiniones de profesores (en la primera sección) y de alumnos (en la segunda), y la tercera proyecta arquitecturas de universidades, todas de Estados Unidos. El formato de las opiniones del profesorado es la entrevista y el de los alumnos, la encuesta. Un trabajo que, como todos los de Muntadas, permanece abierto a elementos que puedan ampliarlo. Las opiniones (transcritas además en un libro) van de Noam Chomsky a Fernando Coronil, de Flora González a Howard Zinn.

La relación entre los textos de la primera pantalla y las opiniones de segunda es un preludio sutil a la tensión entre el valor-conocimiento y el conocimiento-institución. Tensión reiterada en la primera pregunta: qué diferencia existe entre academia y universidad. La distinción, para algunos sólo semántica, para otros opone el saber más general y desinteresado de la academia al conocimiento adquirido en la universidad, vinculado a títulos y a la profesión, y en fin, a la división social del saber.

Los temas de discusión están relacionados con cuestiones ideológicas y curriculares

Quizá por eso Muntadas pregunta enseguida por la relación entre universidad y empresa. Nadie pone en duda que el conocimiento y los valores culturales se pueden producir tanto dentro como fuera de la universidad, pero la universidad (en especial las ocho que forman la célebre Ivy League) posee un reconocimiento social que ningún otro aprendizaje confiere. De ahí que la universidad deba producir resultados, dentro de la mejor lógica empresarial. No es esto un obstáculo para el talante crítico de las universidades. Es una de las tensiones que, señala Chomsky, caracterizan a la universidad en Estados Unidos.

Pueden citarse otras. El Pentágono financió en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), durante la guerra de Vietnam, un programa de investigación militar, básicamente dirigido a la informática. A la vez, el centro permitió debates públicos contra aquella intervención militar y contra el mismo programa. En otro sentido, los interlocutores subrayan los enfoques abiertos y críticos que la universidad otorga a estudios sociales y culturales relacionados con zonas de especial interés geopolítico (Latinoamérica sobre todo) y financiados por corporaciones privadas. Hay, pues, un continuo juego de fuerzas entre la defensa de la independencia universitaria y la necesidad de fondos para subsistir, aun en universidades públicas.

Con esto, los límites entre la universidad pública y la privada se hacen borrosos y aun los partidarios de la educación pública admiten que en las instituciones privadas (o con programas subvencionados) los currícula son menos rígidos y más fecundos por su transversalidad.

Tal vez el problema central sea el de quién decide qué hay que estudiar. La mayor parte de los estudiantes afirman que eligen su formación por razones de conocimiento y no para lograr un título o un empleo, pero los profesores lamentan que la administración universitaria (separada de los docentes tanto en las públicas como en las privadas) dota ampliamente a unos departamentos y olvida a otros, en especial los de estudios humanísticos.

Hay, pues, en el mismo diseño curricular un germen de la división social del saber. Semilla que abona la contribución económica de los antiguos alumnos a sus universidades. Se promueve así la aparición de una elite destinada de hecho a ocupar cargos decisivos en la estructura política y empresarial del país, o formada para desempeñar responsabilidades análogas en otros lugares.

Este conflicto de intereses es permanente pero no rígido, como si el sistema fuera permeable a las razones de las minorías: al aceptarlas legitima y aun beneficia su propio funcionamiento. Puede que esto se advierta en los cambios que los entrevistados advierten en la universidad: la protesta pública de antaño ha desaparecido pero la composición de la comunidad universitaria ha cambiado: la presencia de mujeres, afroamericanos e hispanos es notoriamente superior, y los temas de discusión, debate y protestas están relacionados sobre todo con cuestiones ideológicas y curriculares.

Muntadas, que en España ha recibido los premios Nacional de Artes Plásticas (2005) y Velázquez, ha sido profesor del MIT y en muchas otras universidades americanas y europeas. Sus trabajos ocupan el espacio teórico donde el arte se cruza con la crítica social y la teoría de la comunicación, de ahí que estimulen más el debate que la mirada. Así ocurre en este caso que abre una discusión sobre el papel de la universidad no tanto de puertas adentro sino en su relación con la sociedad y eso que llamamos cultura.

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