Crítica de Música

Los desastres de la guerra

Nyman regresa al mismo teatro Lope de Vega donde lo vimos por primera vez allá por 1989. Y lo hace con su banda, con la que ha explorado sonoridades extremas y abrasivas a través de la reescritura o la cita posmoderna de los clásicos, de los modos del rock interpretados con instrumentos de cámara y un bajo eléctrico que han hecho de su sello algo perfectamente asimilable por el gran público a pesar del rigor matemático y estructural que late bajo la superficie.

La Michael Nyman Band regresa en plena gira de 40 aniversario, y pensábamos que lo haría para darse el típico auto homenaje y gratificar a sus incondicionales con un repertorio de greatest hits. Sin embargo, eso sólo ocurrió en la primera media hora del concierto, donde interpretó una sucesión de conocidas piezas de las bandas sonoras para Peter Greenaway: una montaña rusa de ritmos, volumen, motivos repetitivos, aceleraciones y crescendos para lucimiento (o esfuerzo) casi gimnástico de sus (sufridos) músicos.

La segunda parte nos reservaba la inesperada proyección del filme-ensayo firmado por el propio Nyman War Work: 8 songs with film (2014), un (discreto) trabajo de montaje sobre materiales de archivo de la Primera Guerra Mundial para el que ha compuesto un ciclo de canciones inspiradas en poetas europeos y piezas musicales de Rossini, Beethoven, Schubert o Chopin. Sobre las imágenes de los rostros desfigurados y los cuerpos espasmódicos de los soldados heridos y cuadros de la época, la voz de la contralto Hilary Summers emerge como un lamento arcano de resonancias kurtweillianas, pero sin que ambos discursos, el visual y el musical, terminen de entenderse o dialogar entre ellos.

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