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Color al Bardo o las minorías de Shakespeare

  • El Public Theatre de Nueva York recupera su clásico 'Shakespeare in the park' con 'Las alegres comadres de Windsor', lo que cabe interpretar como mucho más que un signo de normalidad

Representación de ‘Mucho ruido y pocas nueces’ en el neoyorquino Teatro Delacorte de Central Park, en 2019, durante el ciclo ‘Shakespeare in the park’.

Representación de ‘Mucho ruido y pocas nueces’ en el neoyorquino Teatro Delacorte de Central Park, en 2019, durante el ciclo ‘Shakespeare in the park’. / Public Theatre

Recordaba el profesor, crítico e historiador James Shapiro (verdadera institución shakespeareana al otro lado del charco) en su último ensayo, Shakespeare in a divided America (reconocido entre los mejores libros del año pasado por The New York Times y pendiente aún de traducción al español: que alguien, por favor, resuelva la cuestión cuanto antes), la polémica a la que tuvo que hacer frente el Public Theatre de Nueva York en 2017 cuando decidió programar en su tradicional ciclo veraniego Shakespeare in the park, que acoge cada año al aire libre el coqueto Delacorte en Central Park, un montaje de Julio César en el que el dictador muerto a manos de Bruto, Casca y sus secuaces ostentaba un flequillo rubio que recordaba poderosamente a Donald Trump. El mismo disfrutaba entonces aún las mieles de su nombramiento como presidente de los EEUU, celebrado el anterior enero, con la consiguiente respuesta social en las calles; pero, en cualquier caso, la posibilidad de ver una representación del presidente como víctima de un asesinato resultaba difícil de asimilar para buena parte de la sociedad no ya estadounidense, sino particularmente neoyorquina, por lo que mientras duraron las funciones se contuvieron revueltas, se frustraron intentos de abortar las representaciones y hasta se decomisaron armas entre las butacas del mismo Teatro Delacorte. Tal y como expresa en su obra Shapiro, la atracción que Shakespeare ha ejercido y ejerce sobre la sociedad estadounidense tiene que ver con el modo en que el Bardo expresa libremente lo que para la misma forma parte del más absoluto tabú: nobles que asesinan a reyes, hombres negros que se casan con mujeres blancas y acaban matándolas, mujeres que se hacen pasar por hombres y viceversa y políticos que no dudan en echar mano del crimen para satisfacer sus ambiciones constituyen la piedra de toque definitiva de la moral americana. Como un espejo mágico, Shakespeare ofrece a esta comunidad su reverso más fiel, el espectro más definido de sus pesadillas. De ahí que no pocos gobernadores hayan promovido su censura e incluso la retirada editorial de sus libros. Y me refiero, sí, al siglo XXI.

La dramaturga estadounidense Jocelyn Bioh. La dramaturga estadounidense Jocelyn Bioh.

La dramaturga estadounidense Jocelyn Bioh. / P. T.

En gran medida, Shakespeare in the park asume esta fascinación atávica para lanzar dardos suculentos a su público. El año pasado, el Public Theatre tuvo que cancelar las funciones previstas de Ricardo II (título oportuno como pocos para la recreación de un tiempo de verdadera asfixia social y económica) y Como gustéis. Recientemente, eso sí, la institución anunció el regreso del certamen para este verano con, de momento, sólo una propuesta, pero bien cargada de intenciones: Las alegres comadres de Windsor, en un montaje que llevará el sencillo título Merry wives, con la adaptación de la dramaturga Jocelyn Bioh (ganadora de un premio Steinberg en 2020: no la pierdan la pista) y dirigida por Saheem Ali, quien precisamente se había hecho cargo de la frustrada puesta en escena de Ricardo II el año pasado. Merry wives traslada la obra de Shakespeare, en la que el tragón Falstaff queda derrotado por el ingenio femenino (y que nació, según ciertas fuentes, por encargo directo de la reina Isabel I), a una comunidad de inmigrantes de África Occidental en Harlem (la propia Jocelyn Bioh tiene sus raíces en Ghana) a través de una “celebración de la alegría negra, la risa y la vitalidad”, según el mismo Public Theatre. Estas Alegres comadres toman así el relevo del montaje de Mucho ruido y pocas nueces que protagonizó en el mismo escenario Danielle Brooks en 2019 y que reivindicaba el lugar propio de la comunidad afroamericana en Estados Unidos en un momento de especial cuestionamiento de sus derechos (cabe recordar que aquel mismo año subió también a escena un Coriolano con Jonathan Cake y Kate Burton que parecía presagiar el trágico y a la vez absurdo final del mandato de Trump).

Shakespare no es un clásico sólo porque nos hable, sino porque nos transforma

La noticia de la recuperación de Shakespeare in the park, además con una comedia tan decididamente cómica como Las alegres comadres de Windsor, puede interpretarse como un signo de, al fin, esperanza y normalidad, pero también como la evidencia de que si se trata de impulsar un teatro favorable a las minorías, capaz de aplicar un correctivo igualitario a la iconografía cultural tradicional y de ampliar el objetivo en lo que a términos de representación social se refiere, William Shakespeare sigue siendo un aliado inestimable. No es un clásico sólo porque nos hable, sino porque nos transforma. Tanto en la alegría como en el miedo.

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