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Cultura

La emoción del reencuentro

Intérpretes: S. Puértolas, I, Jordi, J. A. López, F. Bou, M. de Diego, M. Montero, A. Amores. Escenografía y figurines: J. Ruiz. Audiovisuales: J. C. Arenas. Iluminación y dirección de escena: F. López. Coro del Teatro Villamarta. Madrid Philharmonic Orchestra. Dirección musical: C. Aragón. Lugar: Teatro Villamarta. Fecha: Sábado, 31 de mayo. Aforo: Lleno.

Se podía palpar la emoción en el ambiente en el Teatro Villamarta ya desde la espera inicial en el foyer tanto en la noche inaugural del jueves como en la del pasado sábado. Han sido más de dos años de ausencia de la ópera de uno de los teatros españoles que más actividad lírica llegase a tener, uno de los más creativos y que supusiese hacerse valedor de la admiración y el cariño de artistas y público.

Nunca se ha arredrado este teatro ante los retos y muestra de ello es la decisión de reabrir con una nueva producción, con el desafío artístico y económico que ello supone. Francisco López, con la colaboración de la sobria pero eficaz escenografía y del brillante vestuario de Jesús Ruiz, se apoya en las videoproyecciones para crear profundidad escénica y, sobre todo, para contarnos la historia de esta ópera desde la perspectiva de la atormentada y maltratada Lucia, con lo que consigue un inteligente y coherente giro en la manera de narrar esta archiconocida ópera.

Coro y orquesta estuvieron también a la altura del nivel de excelencia global. La joven orquesta comenzó el preludio con claros desajustes en los metales, pero Aragón reencauzó pronto al conjunto y éste sonó con buen empaste y calidad en todas las secciones. Carlos Aragón imprimió un ritmo vivo e incesante, sin dejar caer la tensión en ningún momento, si bien en algún pasaje pudo llegar a tapar a las voces. El famoso septeto de final del primer acto sonó con enorme conjunción y con una sabia gradación de las intensidades.

Sabina Puértolas supo meterse con intensidad en el personaje, tanto en lo teatral (magnífica su actuación en la escena de la locura) como en lo musical. La voz posee un centro carnoso y de amplios medios, un centro que se conecta con facilidad y naturalidad con el registro superior, timbrado y con perfecta proyección, lo que unido a una estupenda técnica de coloratura, le permitió conmover desde el canto y desde un fraseo cuajado de filados y de asombrosos pianissimi. Ismael Jordi cantaba su papel fetiche por primera vez en Jerez, otro plus de emotividad. La voz ha crecido en volumen sensiblemente, pero sin perder ni un ápice de su ductilidad, lo que hace que el Edgardo de Jordi esté cincelado hasta el último detalle, con unos recitativos expresivos y un fraseo mórbido lleno de reguladores y de medias voces que no puede por menos que conmover al oyente. José A. López fue un Enrico de contundentes medios vocales, muy buen actor y también un buen fraseador, como se vio en el estupendo duetto con Lucia del primer acto. Destemplado y con tendencia al grito Felipe Bou, mientras que Manuel de Diego fue un Arturo valiente y brillante. Correcto Montero e interesante la voz de Susana Amores, muy expresiva como Alisa.

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