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Cultura

De la estirpe de los poetas buscadores

  • Coincidiendo con la entrega del Cervantes a Caballero Bonald, la Junta repartirá mañana copias de 'Vivo allí donde estuve', una antología del jerezano realizada por José Ramón Ripoll.

El libro De lo vivo a lo contado, el catálogo que se ha editado con motivo de la exposición itinerante que la Junta dedica a José Manuel Caballero Bonald, pone de manifiesto el magisterio que ejerce en la literatura española el último Premio Cervantes, gracias a esa minuciosidad con que siempre ha trabajado la palabra, esa conciencia siempre recelosa de las verdades establecidas y su resistencia a encallar en territorios ya rastreados, por la que en los últimos años ha alumbrado magníficos poemarios sin señal alguna de agotamiento, con el vigor y la búsqueda de los que empiezan. En ese volumen, voces tan dispares como Pere Gimferrer, Antonio Muñoz Molina, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal, Benjamín Prado, Juan Bonilla, Luis Muñoz, Javier Vela o José Luis Rey, entre otros, confirmaban que esa lúcida independencia con la que el jerezano había desarrollado su obra había merecido el consenso de diferentes generaciones y sensibilidades.

El homenaje de la Junta al escritor de Ágata ojo de gato y Dos días de setiembre, elegido como Autor del Año por la Consejería de Cultura, se completa ahora con la aparición de la antología Vivo allí donde estuve. Poemas escogidos (1952-2012), un recorrido por la insubordinación ante lo previsible de José Manuel Caballero Bonald realizado por el escritor y periodista José Ramón Ripoll, encargado de la selección de los textos y del prólogo de la publicación. Mientras mañana el poeta y narrador recibe el Premio Cervantes en Alcalá de Henares, desde la Junta se divulgará su verbo mediante los 2.000 ejemplares que se han impreso de esta compilación.

En su introducción, Ripoll admite el desafío de catalogar a un estilista "cuyas raíces puramente poéticas" se ramifican "en géneros tan diversos, como demuestran sus poemas, novelas, ensayos o memorias". La poesía, argumenta el especialista, surca todos los terrenos en los que se ha adentrado el autor; "de sus mejores prosas e incluso de sus reflexiones más teóricas sobre ciertos aspectos de la vida surge un discurso intrínsecamente poético" que "riega como un río" todas las creaciones que firma, "convirtiendo las regiones más áridas en tierra fértil donde germina la palabra".

Antes que analizar sus vínculos con el Grupo de los 50, Ripoll prefiere situar a Caballero Bonald en otro linaje, "la estirpe de ciertos poetas buscadores", adscripción que se desprende de su preocupación por el lenguaje como arma reveladora de la condición humana, como recurso para iluminar el misterio y la penumbra de la vida, su convicción "de que la literatura es, además de una fuente de conocimiento, un instrumento para modificar la realidad". Así, "cuando el resto de su promoción optaba mayoritariamente por la adopción de un lenguaje lo suficientemente realista que propiciase la identificación emocional del lector y su comprensión inmediata", Caballero Bonald emprendía "un camino sinuoso, casi en solitario que (...) le condujo a escarbar más profundamente la conciencia personal y sus contradicciones con las herramientas y desde los límites de una lengua consustancial a esa propia excavación".

En un "mundo plagado de falsas máscaras", defiende el prologuista, Bonald, en el largo viaje que se extiende desde Las adivinaciones (1952)a Entreguerras (2012), siempre ha concebido la literatura como un implacable ejercicio de honestidad en el que su artífice se interroga sobre sí mismo con crudeza. "Ando a tientas buscando el rastro de una historia donde no comparezco todavía", confiesa el autor.

La literatura, lo dijo Caballero Bonald hace muy poco, está hecha "por grandes desobedientes", de ahí que el narrador y poeta adopte, explica Ripoll, "un pronunciamiento constante, en nombre de la memoria, contra el pensamiento único y fosilizado que el poder impone desde sus resortes más imperceptibles". "Quien persigue al liberto, ¿no es siempre el más esclavo", se pregunta un escritor que rehúye de los dogmas. "Quédate donde estabas hace sólo un momento, es decir, en la duda. Tal vez aprendas de repente a no creer en nada parecido a esa virtud mugrienta que arrastra a los gregarios".

La memoria como clave frente a los engaños, la dimensión casi metafísica con que Bonald explora el tiempo, su sobria devoción por el paisaje andaluz y su litoral, sus aproximaciones al flamenco y su orgullosa pertenencia a la tradición del barroco son otros ámbitos que analiza Ripoll de un autor al que describe como "un ejemplo ético de escritura", una apuesta plena "de libertad frente al lenguaje, las formas y la vida".

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