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Cultura

La familia bien, gracias

  • Cartuja Center acoge las representaciones de 'La familia Addams'

Pase gráfico del musical.

Pase gráfico del musical. / Juan Carlos Muñoz

La familia, una vez más. El origen de nuestros males y la raíz de nuestra fortaleza. En este caso la familia Addams: desde la serie de los años 60 y pasando por los filmes de los 90, hasta este musical de Broadway que desemboca en Sevilla, la comicidad surge del contraste entre estos seres espectrales, oscuros y una familia normal.

Por supuesto que el mensaje, una vez más, es que toda familia, vista de cerca, es más o menos oscura. Todo ello adobado con bonitas melodías, letras ingeniosas y muchos chistes. Con algunas buenas voces como la de Lydia Fairén en el papel de Miércoles y otras más o menos forzadas como la de Carmen Conesa, que encarnó una Morticia rígida, como corresponde, y con la voz sumamente impostada toda la noche. Xavi Mira como Gómez está muy divertido y solvente en la parte musical en tanto que Iñigo Etayo incorpora, con sus pantalones de pinzas y su polito azul, el personaje menos agradecido de la función. El conflicto lo provoca precisamente el personaje de Miércoles que se nos presenta en escena, viente años después, como una dominatrix muy sexy. La familia exige fidelidad pero Miércoles se ha enamorado de un pijo. El amor requiere renunciar en parte a lo que aprendimos en casa, porque cada familia, como dijo el clásico, tiene su propia forma de ser infeliz, sus propias normas, su propia ley. Hay que renunciar, en parte, a nuestros valores, los que aprendimos en casa, para abrirnos al otro, a los valores del otro. Para formar parte de otra familia. Como era previsible, en el escenario los Addams son más tradicionales en tanto que la familia burguesa media que representan los Beineke esconde más secretos de los que a primera vista parece. Toda familia esconde secretos. Excepto los Addams: en esta casa todos los deseos, iras y padecimientos se expresan abiertamente. Y son bien recibidos.

Con una pequeña renuncia allí y otra acá, termina triunfando el amor: el pijo resulta que quiere ser artista y Miércoles sólo aspira a emular a sus padres. No en vano nos encontramos delante de un musical. El argumento, ligero como una bebida refrescante, sigue el lugar común de la inmensa mayoría de la ficción occidental: la crítica, la demolición, del patriarcado. Con el consabido final feliz. ¿O no?

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