Crítica 'Misión imposible IV'

La fascinación centenaria de las series

Misión imposible IV. Intriga, EE UU, 2011, 133 min. Dirección: Brad Bird. Guión: Josh Applebaum, Andre Nemec. Intérpretes: Tom Cruise, Jeremy Renner, Paula Patton, Léa Seydoux. Cines: Ábaco, Alameda, Al-Ándalus Bormujos, Al-Ándalus Utrera, Arcos, Cineápolis, Cineápolis Montequinto, Cinesa Plaza de Armas 3D, Cinesur Nervión Plaza 3D, CineZona, Los Alcores, Metromar.

Es curioso que coincidan en la cartelera The Artist y Misión imposible IV, dos formas distintas de homenajear al cine volviendo a sus orígenes. Basándose en la renuncia a la palabra y el color The Artist recrea las películas mudas, haciendo una divertida y bella reflexión sobre la esencia del cine. Basándose en la acumulación de efectos la cuarta entrega de Misión imposible recrea la fascinación de los viejos seriales mudos apretando el acelerador del montaje y del ritmo narrativo, haciendo creíble lo increíble y visible lo imposible gracias a los efectos especiales. Arte y espectáculo: dos formas distintas, pero no opuestas, a través de las que el cine ha cimentado su prestigio y ejercido su dominio a lo largo de un siglo.

Quienes hace casi exactamente cien años veían Fantomas o Judex debían sentir algo parecido a lo que sienten quienes hoy ven esta película: emoción, vértigo, asombro. Al fin la Misión imposible emitida entre 1966 y 1973 era la adaptación televisiva de los seriales cultivados por el cine hasta los años 40. Naturalmente a cada momento corresponden formas distintas de lograrlo. Las series mudas son a Misión imposible lo que las viejas norias con cajones de madera a las modernas atracciones.

Tras un muy buen arranque firmado por Brian de Palma en 1996 las dos siguientes entregas de Misión imposible, dirigidas por John Woo y J. J. Abrams en 2000 y 2006, degeneraron en una hortera rutina. El prestigio de Tom Cruise, dañado por ellas y por el fracaso de Knight and Day, estaba comprometido. Y ha reaccionado con la agilidad felina de su protagonista, encargando la dirección a Brad Bird, realizador de la excepcional El gigante de hierro (una de las más bellas y poéticas películas de animación de la última década) y de las estupendas Los increíbles y Ratatouille.

Bird suma otro valor: es un investigador de las leyes de los géneros clásicos y un maestro en su actualización inteligente. En sus manos esta cuarta entrega recupera algo del encanto de la serie televisiva y mucho de la acción de gran clase de De Palma. Naturalmente todo son malabarismos, explosiones y persecuciones en una multitud de escenarios distintos. Pero los efectos especiales, además de asombrosos, están bien integrados en la acción; ésta no conoce un instante de decaimiento; y las formas cinematográficas no se pierden nunca.

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