Crítica de Música

El gran teatro de Mozart

En la rueda de prensa del día anterior, el joven maestro ruso de 29 años Maxim Emelyanychev había señalado los puntos de conexión entre Mendelssohn y Mozart, y bien que se cuidó de destacarlos en la práctica con una orquesta de igual tamaño e idéntica disposición toda la noche: violines I y II enfrentados, contrabajos al fondo, en el centro, trompas a la derecha, trompetas y timbales a la izquierda. Pronto se entendió el sentido de este orden: los bajos en el centro favorecen el empaste; los violines en disposición antifonal, el contraste.

En El cuento de la bella Melusina de Mendelssohn bastó la primera frase de las maderas, la sutileza del acompañamiento de la cuerda y la intensidad del fraseo para penetrar en la esencia de la visión que Emelyanychev tiene de esta música: puro drama.

La Sinfonía nº39 resultó un prodigio de tensión, pureza y sensualidad

La tierna primera frase del Concierto nº21 de Mozart marcó ya lo que sería un acompañamiento transparente, vibrante y lleno de matices. Sufriendo un instrumento en mal estado, Cogato tocó con sensibilidad y exquisita cantabilidad, pese a que la articulación orquestal le exigió un staccato casi continuo.

Los apenas cinco minutos de la obertura de Las bodas de Fígaro resultaron una soberbia lección de teatro musical, como si toda la folle journée de la genial ópera de Mozart se concentrara en ese tiempo. La vitalidad y la profundidad de un sonido sin vibrato, la transparencia polifónica, el equilibrio instrumental, la agilidad delicada del fraseo, la incisividad de los acentos se aliaron para hacer de la Sinfonía nº39 un prodigio de tensión, pureza y sensualidad. Maravilloso.

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