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La guitarra más contundente de hoy

La gula deslució un poco una noche verdaderamente brillante. Pedro Sierra quiso ofrecer todas sus facetas, todas sus virtudes: como solista, como acompañante al cante, como acompañante al baile. Conforme el escenario se fue llenando, la noche fue perdiendo fuelle. Y eso que los invitados eran de grandísima altura: Carrasco, Carmona, Bobote, Tobala, Pastora, Israel ... y ¡hasta Antonio Mairena! que sonó enlatado para que Sierra le hiciera un acompañamiento preciso, sutil, seguro: todas las virtudes de este guitarrista. Es un virtuoso y es un currante (¿cuántas calorías perdió anoche, sin levantarse de su silla?). Y, sobre todo, desprende una luz y una energía portentosa. Cada día toca mejor, más seguro. Sin perder jamás su brillantez, su capacidad de seducción, se acerca más y más a un mensaje personal, depurado, donde no falta el guiño humorístico, pero que se impone por su sentido recto.

Lo mejor fue el rato que estuvo solo en el escenario, al principio: granaínas, farruca, guajira, seguiriyas. Sierra demuestra conocimiento de la tradición (desde Montoya a Escudero), pero sabe desmarcarse de ella para encontrar soluciones muy personales, que trasladan los estilos clásicos a universos contemporáneos, asumibles por los que anoche estábamos en el teatro. Con Sierra como protagonista el espectáculo brilló. Y, aunque me encanta como acompaña al cante: su exactitud, su respeto por el cantaor, casi cercano a la devoción, conforme Sierra se fue escondiendo el recital se hizo más convencional. La música de Sierra se impone por la fuerza (el ritmo), la inteligencia (la armonía) y la emoción (la melodía). No así su puesta en escena, que pasó de la hora y media de largo. Claro que Pastora Galván estuvo poderosa, con unas alegrías absolutamente a la contra: afiladas como cuchillos, rotas, poderosas y guasonas. Y de Israel Galván, qué decir. Pero ...

Esta noche el cachondeo de las "localidades agotadas" llegó al absurdo de más de un tercio del patio de butacas vacío, provocando, al principio del recital, un aluvión hacia las primeras filas vacías del público que estaba en las butacas de atrás.

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