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Crítica 'Niebla'

El hundimiento

niebla. Drama, Corea del Sur, 2014, 118 min. Dirección: Shim Sung-bo. Guión: Shim Sung-bo, Bong Joon-ho. Fotografía: Kyung-pyo Hong. Intérpretes: Kim Yoon-seok, Park Yoo-chun, Ye-ri Han, Seong-kun Mun. Ciclo 'SEFF365'. Hoy a las 20:30 en el Teatro Alameda.

Puestos a ver cine de género surcoreano, hubiéramos preferido una de Hong Sang-soo, que es un género en sí mismo (y el mejor), pero tampoco hay que negarle sus méritos a esta Niebla que pone en circulación como director al hasta ahora guionista Shim Sung-bo, responsable de Memories of murder, aquel excelente thriller de Bong Joon-ho con el que arrancó la moda exportadora del más reciente cine de aquel país asiático.

Basada en un hecho real acontecido en alta mar en 2001, Niebla cuenta la historia de la tripulación de un pesquero que se verá manipulada por el patrón para realizar un lucrativo contrabando de personas, vecinos de Corea del Norte para más señas. El filme asume pronto los límites físicos del barco para desplegar su drama humano con un paulatino crescendo de degradación y violencia en el que los elementos ambientales y climatológicos y la propia y alambicada arquitectura del barco se convierten en los mejores aliados para un retrato de la psique colectiva entrando en barrena que saca a la luz, entre sombras y niebla, los instintos más salvajes de la condición humana.

Podrá reprochársele a Sung-bo que sobrecargue el melodrama (la trama romántica) o que el calado de sus personajes sea algo esquemático y superficial, funcional a lo sumo, en un reparto de roles que deja al menos a uno de ellos con la conciencia justa para alertar de la debacle y anclar las identificaciones entre la jauría.

No puede afeársele en ningún caso al debutante una puesta en escena que se guarda para su cuarto final una explosión de violencia y acción que, hasta entonces, había estado bastante contenida para tratarse de un thriller a la coreana. Su capacidad para poner en imágenes poderosas y elocuentes ese hundimiento colectivo y dejar abierta una pequeña rendija puede leerse no sólo en clave política sino, sobre todo, como una prometedora carta de presentación.

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