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Cultura

El hundimiento

  • Libros del Asteroide publica 'La agonía de Francia', de Manuel Chaves Nogales

Era junio de 1940, y Manuel Chaves Nogales, como antes del Madrid asediado por los nacionales, volvía a escapar de una ciudad amenazada por la ocupación inminente. Chaves decidió dar testimonio de una capitulación que había conmocionado al mundo y reducido al mínimo las expectativas de victoria de las democracias liberales, pues París, al contrario que la capital española, se había entregado sin dar batalla. A medio camino entre el ensayo y el reportaje, esta joya narrativa había permanecido olvidada, luego de su primera publicación en Montevideo, 1941, hasta que fue recuperada por la Diputación de Sevilla sesenta años después, como parte de la monumental recopilación de la obra de Chaves preparada por María Isabel Cintas, que redescubrió La agonía de Francia a través de Abelardo Linares. La nueva edición, prologada por Xavier Pericay, contribuirá a difundir mejor un documento imprescindible que muestra la calidad literaria, el pulso periodístico y el rigor moral de uno de los grandes cronistas del siglo XX.

"Nunca una catástrofe nacional se ha producido en medio de una mayor inconsciencia colectiva", dice Chaves, al modo contundente de la retórica de Churchill. Pero la caída de Francia implicó una pérdida que trascendía las fronteras nacionales, dada la dimensión universal de los valores representados por la República y su condición de meca para los refugiados de medio mundo, que tenían depositadas sus esperanzas en el país que había encarnado como ningún otro el mito de la libertad. De hecho, una de las consecuencias de la defección fue la disponibilidad de las nuevas autoridades para entregar a la Gestapo -el propio Chaves, que logró huir a Inglaterra, figuraba en su lista negra- a los exiliados que se habían acogido a la hospitalidad francesa tratando de eludir la persecución de los nazis.

Con excepcional lucidez, el cronista enumera las causas que han conducido al desastre: la corrupción y la pusilanimidad de los mandos militares, su visión obsoleta de la estrategia, la deslealtad de los extremistas para con las instituciones republicanas, la connivencia de importantes miembros de la administración con las fuerzas invasoras, la desmoralización inducida de las tropas, la decadencia espiritual de un pueblo que había dejado de creer en la democracia. Chaves censura el egoísmo, la codicia y la frivolidad de muchos ciudadanos, el tremendo fastidio que sentían ante el simulacro de una guerra que no deseaban librar. En última instancia, la "claudicación intelectual de Francia ante la barbarie hitleriana" se debió a los cálculos interesados de los distintos estamentos sociales -desde los resentidos miembros de la aristocracia hasta las embrutecidas masas populares- y al vergonzoso derrotismo que Chaves expresa con una frase desoladora: "¡Antes la esclavitud que la guerra!", variante del tristemente célebre "¡Vivan las cadenas!"

Es un discurso claro y directo, sin ambigüedades ni medias tintas. El siniestro y ridículo doctor Goebbles y la "momia maquillada" de Lenin son para Chaves distintos rostros de una misma bestia totalitaria. Frente a los fanáticos que abominaban del parlamentarismo y las instituciones burguesas, Chaves arremetió por igual contra el comunismo y contra el fascismo, las "dos grandes fuerzas de destrucción del mundo moderno". Hoy este punto de vista está casi universalmente aceptado, pero entonces, en aquella Europa arrasada, muy pocos apostaban por una forma de gobierno desprestigiada que los bárbaros juzgaban ineficaz y decadente. Pericay cita a Orwell y a Camus, nada menos. Junto a ellos, Manuel Chaves Nogales merece el homenaje y la gratitud permanente de todos los hombres libres.

Manuel Chaves Nogales. Libros del Asteroide. Barcelona, 2010. 208 páginas. 14,95 euros.

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