Cristina García Rodero. Fotógrafa

"Mi independencia le ha dado autenticidad a mi obra"

  • La manchega Cristina García Rodero, considerada la fotógrafa española más importante de todos los tiempos, ha captado el alma del país en más de 200.000 negativos que sedujeron a la agencia Magnum

En 1947, en una Europa en reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, Robert Capa y Cartier-Bresson fundaron, junto a otros tres compañeros, la agencia que se convertiría en el símbolo de la fotografía documental: Magnum. En 2009, Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) hizo historia al convertirse en el primer miembro español de ese equipo. Para Lola Garrido, comisaria de su exposición España oculta, en cartel en la Casa de la Provincia de Sevilla, el fichaje era obligado porque "García Rodero es la gran fotógrafa española de todos los tiempos". El Premio Nacional español y el Eugene Smith Award estadounidense son otros hitos en el currículo de esta mujer con una visión de su país tan potente como la de Luis Buñuel.

-¿Qué maestros de la fotografía fueron decisivos en su formación?

-Yo venía del retrato y recuerdo que el primer fotógrafo que me impresionó fue Irving Penn, concretamente un trabajo suyo sobre Grecia que aún sigue siendo poco conocido. Un compañero de la facultad al que había hecho unos retratos me regaló una revista donde venía ese trabajo. En 1969 era prácticamente imposible encontrar material sobre fotografía en España, sólo llegaban algunos anuarios y cosas muy generales. Penn hablaba en esa revista de su insatisfacción: había hecho miles y miles de negativos, no le habían gustado las fotos y decidió regresar a Grecia. Recuerdo siete viejas con una luz lateral fortísima y unas cabras alrededor... Esas fotos, que eran retratos de grupo preparados, me impactaron muchísimo. Después conocí a Avedon pero la que realmente me marca, me golpea y me descubre hasta qué punto la fotografía puede profundizar en el ser humano es Diane Arbus. Ella murió cuando yo comenzaba y muchas publicaciones dedicaron monográficos a su obra. Luego, cuando fui entendiendo lo que es el reportaje, conocí a Doisneau y me atrajo su ternura. También son importantes para mí Eugene Smith, al que fui descubriendo poco a poco, y Cartier- Bresson, por su inteligencia y su corazón. No sólo fue un gran fotógrafo sino un pedagogo y comunicador cuyos planteamientos nos sirven mucho todavía. En general, la fotografía me apasiona tanto que cualquiera que haga un buen trabajo, por desconocido que sea, me hace amar más la profesión.

-¿Qué siente al ser el único autor español en la mítica Magnum?

-Nunca tuve el sueño de entrar porque la veía muy lejos. A mí no me gusta soñar con aquello que no es posible, me gusta hacer realidad mis sueños y Magnum estaba para mí tan alta que nunca me fijé en ella. Tampoco me interesaron nunca las guerras ni la información de actualidad, a veces coincidimos, pero mi trabajo es muy personal, muy de la vida cotidiana. En Magnum hay más de 60 socios con una obra impresionante que saben muy bien qué es la fotografía y por dónde va. Magnum cada día se abre más a nuevas formas de entender la fotografía y ahí está su inteligencia y perdurabilidad. Muchos miembros, como Antoine D' Agata, ya no hacen actualidad.

-¿Cómo trabajan y qué debaten en el seno de la agencia?

-Es una cooperativa, así que todos para uno y uno para todos. Formamos como una gran familia que analiza las encrucijadas de la profesión, busca soluciones y trata de dinamizar la propia agencia para que pueda seguir manteniéndose a pesar de todos los problemas que existen con los diarios y las agencias. Actualmente las agencias grandes se comen a las pequeñas y la propia prensa no sabe cuál será su vida pero, de momento, no tiene ni la publicidad ni las ventas de antes. De ahí que hayan caído en picado los grandes reportajes que publicaban hasta hace una década los grandes rotativos. Hoy es impensable enviar a un fotógrafo tres semanas o tres meses para hacer algo de calidad sobre el terreno. Los fotógrafos que vienen detrás lo van a tener muy difícil en este sentido.

-Sin embargo, su propio trabajo es un ejemplo de que la falta de financiación no es excusa si hay un fuerte deseo de crear una obra propia.

-Toda mi vida he financiado mis proyectos con mi sueldo de profesora, ése ha sido mi gran problema porque sólo paraba de octubre a diciembre y aprovechaba noviembre para revelar. He dedicado a la fotografía los fines de semana, los puentes y sobre todo las vacaciones de verano y Navidad. Cuando empecé a trabajar fuera de España, con el Premio Nacional de Fotografía, que tenía que montar una exposición, tuve que solicitar un permiso sin sueldo en la Universidad. Por eso mis trabajos se eternizan, como España oculta, porque tenía que buscar el momento de realizarlos y la financiación. El 90% de mis reportajes los he pagado yo.

-Juana de Aizpuru ha expuesto en Andalucía sus series dedicadas a Etiopía o al Burning Man Festival. ¿Qué siente al verse representada en el mundo por una galerista que también lleva a colegas suyos como García Alix o Pierre Gonnord?

-Juana de Aizpuru abrió sus puertas a la fotografía prácticamente desde los comienzos de su galería. Y es admirable que una persona inteligente y con sensibilidad artística como ella represente a fotógrafos que, como yo, vamos por un camino documental. Por mi parte, tal vez por haber estudiado Bellas Artes y ser licenciada en pintura, he tratado siempre mi trabajo como la obra de un creador que se basa en unas tradiciones y cuya forma de abordarlas es a través del reportaje. No tengo ningún problema con eso pero agradezco que la galería me permita ahora el poder vivir de mi trabajo y viajar a lugares que exigen medios más costosos.

-En los últimos años desarrolla varios proyectos en América Latina y Estados Unidos, donde continúa con su serie sobre las misses infantiles. ¿Le ha tentado ya Asia?

-He estado en China con un trabajo de encargo para una farmacéutica suiza. Recorrí Wanzhou y Shanghai, una China muy urbana de millones de habitantes. Shanghai me dio muy buenas vibraciones, presentí que haría allí un buen trabajo y así fue pero aún no lo he expuesto. Los encargos llegan de los sitios más dispares. Esta farmacéutica la dirigía un coleccionista de arte, un médico inteligentísimo que sabía de finanzas y que en su entendimiento quería hacer crecer una gran colección de pintura china y fotografía internacional. En Asia no conozco nada del alfabeto así que suelo contar con alguien que hace de ayudante y traductor. Eso sería lo ideal, llevar siempre un asistente, pero no dispongo de dinero para ello. Cuando trabajo por Europa y América Latina viajo en solitario, en África intento encontrar quien me ayude con el equipo y la producción. Porque yo sólo hablo castellano y hay detalles que pierdes por falta de información. Es cierto que, a veces, la fotografía te permite establecer un diálogo con miradas, complicidades y actitudes. Pero si tienes palabras para expresarte, como acabo de ver en Cuba, el trabajo es mucho mejor.

-¿Considera que su trabajo está bien representado en las colecciones públicas españolas?

-Tengo obra tanto en el Museo del Prado como en el Reina Sofía y en muchas colecciones españolas públicas, y en fundaciones privadas de España y el extranjero. Fuera de aquí, donde está mejor representada es en el Getty Museum de Estados Unidos: su departamento de Historia posee 6.000 fotografías mías y hay otro conjunto en su departamento de fotografía que donó un coleccionista. La fotografía lleva años entrando en las colecciones y en los museos pero aún queda mucho trabajo por hacer. Muchas instituciones no se han dado cuenta del valor y alcance de la fotografía; en cambio los que sí lo han hecho han sido inteligentes y han podido comprar a precios muy ventajosos. En Paris Photo vemos el alcance tan impresionante que tiene, con coleccionistas que vienen de todo el mundo y trabajos que se remontan a los orígenes del medio.

-¿Cómo es su relación con las copias y los laboratorios?

-Yo trabajo con obra seriada pero en un número muy reducido, siete, como la escultura. Al principio no quería numerar la obra pues creo que la fotografía es el medio más democrático de representación que existe y limitarla es limitar su esencia, que es la multiplicidad. Me lo pidió por primera vez la galería Vu de París así que consulté a Juana de Aizpuru. Ella me dijo que la propuesta era razonable y que hasta siete se considera obra única. Todas estas imágenes que se ven en Sevilla, pertenecientes a la colección de arte de La Caixa, están numeradas y algunas es la primera vez que se positivan. Yo no positivo desde hace 20 años aunque durante toda mi época de estudiante hipotequé con el laboratorio uno de los dos cuartos de baño del piso que compartía con mis hermanas. Cuando ya no tenía espacio, me recomendaron que positivara con el equipo de Vallhonrat y con el de Antonio Navarro, que revelaba para prensa. Ambos fueron extraordinarios. Luego pasé al laboratorio de Juan Manuel Castro Prieto, con el que sigo desde hace 22 años. Hacen lo que deseo y mucho mejor que yo porque están trabajando continuamente y se adaptan a lo que quiere cada fotógrafo, que es un mundo.

-En los últimos años, archivos fotográficos como los de Agustí Centelles u Oriol Maspons han sido reclamados por diversas instituciones y particulares. ¿Le preocupa el futuro del suyo?

-Un aspecto que al final resultó decisivo para mí a la hora de ingresar en Magnum y poder estar rodeada de 60 sabios de la fotografía fue saber que mi trabajo estaría vivo y en movimiento. Yo soy negada para los negocios y me gustaría regalar mi obra a todo el mundo, no estoy al día de precios ni me interesa eso. Magnum mueve constantemente la obra de sus actuales miembros y de los que ya han fallecido. Lo mismo me ocurre con La Caixa, es muy satisfactorio saber que fotografías como las de España oculta llegarán a la gente y no estarán almacenadas en un sótano. Por eso ahora me obsesiona tener el archivo absolutamente organizado, conocer y clasificar bien la obra de modo que pueda ir con agilidad a cualquier proyecto que Magnum organice, sea colectivo o individual.

-Aparque por un segundo su proverbial humildad. ¿Por qué cree que la seleccionaron sus compañeros de Magnum?

-Yo creo que me eligieron por una visión personal, sensible y profunda de la fotografía. Una visión humana. Ellos van buscando autores y, por mis características, me consideran una autora. Creo que eso es lo que han valorado en mí: que tengo una voz propia, que he corrido riesgos en cuanto a mis imágenes. Que las he hecho como yo he querido, con absoluta libertad. Pero eso también ha venido porque yo me lo he pagado casi todo y no he tenido que dar gustos a nadie, ni obedecer a lo que el periódico quería. Es curioso cómo a veces un fotógrafo presenta 40 trabajos y cada editor le da una visión diferente. Mi independencia me ha concedido mucha libertad y ha dado honestidad y autenticidad a mi obra, unas características propias que creo que en Magnum han valorado.

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