Muchos decían que era por el Premio Max de Carácter Social a la labor social que habían recibido la noche anterior en el Cartuja Center Cite, pero tal vez no. Tal vez el lleno absoluto que registró la Sala La Fundición el pasado martes se debiera más a la confianza y a la fidelidad de un público que conoce la labor que esta compañía viene realizando desde hace más de veinte años, no sólo el campo de la integración de la discapacidad, o mejor dicho de la diversidad, sino en el terreno de la pura creatividad artística.
Y si a ello le añadimos el éxito obtenido por En vano, uno de sus últimos trabajos, no es extraño que hubiera una gran expectación en torno a esta pieza realizada por cinco mujeres, como siempre con distintas capacidades y talentos, en torno a los arquetipos y a los condicionamientos de la mujer.
Porque si últimamente se cuestiona a menudo en los escenarios el papel y las actitudes de los hombres (como en la premiada La maldición de los hombres Malboro de Isabel Vázquez o en el Dancing with frogs de Sol Picó) se hace mucho más necesario -por su mayor fragilidad- hacer oír las voces de las mujeres. Y eso es lo que han hecho estas cinco bailarinas-actrices en Society, un trabajo mucho más teatral que dancístico en la medida en que algunos de sus mensajes más dramáticos -el de la enorme lista de mujeres asesinadas por violencia de género, por ejemplo- las ha impulsado a utilizar repetidamente la palabra (al micrófono, además) en un cara a cara con el público o, lo que es lo mismo, con una sociedad que, de un modo u otro, acaba siendo cómplice a veces de esta terrible situación.
Pero Society no es una pieza dramática. Es un puzzle construido tesela a tesela por las vivencias y los deseos de sus intérpretes. Evidentemente, su directora Paqui Romero no tiene el bagaje de un Manuel Cañadas o un Arturo Parrilla (por citar a los dos coreógrafos que participan en En vano) y la pieza, recién estrenada, tendrá que acabarse de pulir, pero hay mucha frescura, mucha valentía y mucha inocencia (que no es lo mismo que ingenuidad) en sus deseos de defender un mundo sin cánones de belleza establecidos y una sociedad donde cada persona pueda aportar sus valores libremente consciente de poseer una dignidad que no depende de sus medidas físicas ni de ningún test de supuesta inteligencia.
En ese sentido destacan en la pieza algunas hermosas imágenes y acciones tan simbólicas como el pateo de las Barbies, las populares muñecas que representaron, durante años, un ideal absolutamente imposible.
Y si alguna moraleja nos deja la obra, ésta es, como ya sabemos y no nos acabamos de creer, que el fin de la vida es intentar ser feliz, dando y recibiendo todo el amor del que seamos capaces.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios