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Crítica flamenco

El irremediable paso del tiempo

Cante: La Macanita. Guitarra: Manuel Parrilla. Palmas y jaleos: Chicharo de Jerez, Gregorio Fernández. Lugar: Sala Joaquín Turina. Fecha: Jueves, 25 de febrero. Aforo: Lleno.

La Macanita es una foto fija. Una foto fija que pierde brillo y color con los años. Las mismas melodías, las mismas letras. El mismo repertorio. Incluso llegó a repetir un estilo, la bulería, en un recital de menos de una hora. Cierto es que la primera entrega fue en tonos mayores, de gran sabor jerezano, y la segunda la consabida ristra modal con interpolaciones de canción y apuntes de baile como fin de fiesta.

Tientos-tangos, malagueña del Mellizo, soleá y seguiriya completaron la noche. Una noche que la intérprete llevó a su final con desgana creciente. Sólo en la seguiriya llegué a conectar algo con su cante. La intérprete jerezana despertó grandes expectativas hace años, cuando se dio a conocer siendo una niña. Llegó con un repertorio bastante popular en el cante jerezano contemporáneo. Y, sobre todo, con un color vocal prodigioso, de coloridos armónicos. Pero, como digo, el colorido ha ido perdiendo fuerza con los años debido al estatismo artístico de la cantaora. La Macanita no llegó a eclosionar y, a estas alturas, obviamente no llegará a hacerlo. Se quedó en la promesa del diminutivo de su apodo artístico. Hubo un par de intentos, o tres, de llevar a la cantaora hacia otro territorio, hacerla crecer como intérprete: dos de parte de Ricardo Pachón, la última el año pasado. Y otro por parte de Isidro Muñoz, del que hizo un par de letras en la seguiriya y otras dos en las bulerías de cierre. Pero los problemas de afinación jamás terminaron de limarse y el repertorio, mil veces repetido, se convirtió en una foto fija que ha ido perdiendo brillo con el tiempo. Vean si no el añejo capítulo en blanco y negro, de principios de los 70, de la serie Rito y geografía del cante, y verán que no ha pasado el tiempo. Es decir que, irremediablemente, ha pasado.

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