Carmen

Compañía Nacional de Danza. Director artístico: José Carlos Martínez. Coreografía: Johan Inger. Música: Rodion Shchedrin, Georges Bizet y Marc Álvarez. Dramaturgia: Gregor Acuña. Intérpretes principales: Emilia Gisladöttir, Daan Vervoort, Jessica Lyall, Isaac Montllor y Toby William Mallitt. Escenografía: Kurt Allen Wilmer. Iluminación: Tom Visser. Vestuario: David Delfín. Fecha: Jueves, 21 de abril. Lugar: Teatro Lope de Vega. Aforo: Casi lleno.

Es difícil, en cualquier terreno artístico, afrontar un estereotipo como el de la cigarrera Carmen, observable desde tantas perspectivas -histórica, social, psicológica...- que no queda más remedio que elegir un punto de vista.

Johan Inger lo ha tenido claro y, con la ayuda de Acuña, ha dejado la historia de Merimée en los puros huesos. La Carmen de Inger no es de ningún sitio concreto, ni tiene profesión conocida, aunque la primera escena, con las mujeres y los guardias, huela a fábrica.

La elección de Inger en su primer trabajo para la Compañía Nacional de Danza ha sido la lucha entre la luz de esta mujer (llámese libertad, pasión o entrega cuando l'amour l'attend) y la oscuridad que la rodea y la envidia por ser su contrario. Oscuridad de un submundo, verdadera jauría, que sale de los infiernos en una impactante segunda parte, hasta llenar de tinieblas los vítores a un Toreador que aquí, con su narcisismo y su chaqueta de brillo -¿cómo no recordar hoy a Prince?-, parece más bien una estrella de rock. Y obscuridad creciente en Don José que, acuciado por los celos e incapaz de gestionarla, sólo la resuelve con la muerte. Eficacísimas, aunque apretadas en el escenario del Lope, las escenas corales, y llenas de pasión y violencia los encuentros entre la pareja. Como testigo, un niño que no aporta sino una vertiente naïf y una posibilidad de fantasía frente a la crudeza de la realidad. En cuanto a la técnica y a la calidad de la danza, Carmen es, sin duda, un trabajo digno de la Compañía Nacional.