Crítica de Teatro

Un mundo de vasos no comunicantes

Pablo Messiez, uno de los directores más aplaudidos del momento, afronta aquí un texto de Santago Loza, autor argentino como él, y de su misma generación, que lleva tres años representándose con éxito en Buenos Aires.

He nacido para verte sonreír es un falso diálogo -falso porque sólo habla la madre- entre una mujer madura y su hijo, mentalmente enajenado, al que están a punto de internar. Una despedida que provoca en la mujer sentimientos encontrados que va expresando a borbotones, ya de forma realista, ya neurótica, impotente ante la imposibilidad de comunicarse con alguien que es carne de su carne.

Un texto muy lineal y sin acciones reales (más apto tal vez para el cine, medio para el que suele escribir el autor), en el que lo único que se mueve en escena es el discurso de esta mujer, que mezcla presente y pasado, lo banal y lo filosófico, el dolor y la culpa... y que, poco a poco, va desvelando detalles -menos de los que quisiéramos- de esa casa, habitada por tres islas (un marido que no aparece y un hijo al que sólo la música logra conmover) sin conexión posible.

Uno de los mayores aciertos es el espacio: una cocina real envuelta en en un fantástico cañaveral (nido incluido), en la que director y actores realizan un gran trabajo con los pequeños detalles.

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