Cultura

Los mundos soñados

Guitarra flamenca: Dani de Morón. Palmas: Los Mellis. /Guitarra eléctrica: Israel Sandoval. Contrabajo: Pablo Martín Caminero. Batería: Michael Olivera. Lugar: Sala Joaquín Turina. Fecha: Viernes 31 de octubre. Aforo: Media entrada.

La música de Daniel Méndez, alias Dani de Morón, no es evocadora. Da un paso más allá de este concepto: agarra al espectador y lo lleva a un universo propio, fascinante, hermoso, trepidante y también lleno de ansiedad y pasajes tortuosos. Es una música intensa que quiere expandirse en todas las direcciones y que se lamenta porque se sabe limitada. Su vocación es llegar a todos los rincones. Pero se reconoce, y en ella nos reconocemos, humana. Cada pasaje, cada composición, es un universo propio, único, con sus propias leyes armónicas, con su propio idioma. Incluso las dos entregas por bulerías de la noche respondían a estados de ánimo muy diferentes. Del frenesí de Barrio C. a la complicidad y cercanía de El sentido del cambio, donde su filiación geográfica queda más patente que en ningún otro lugar. Pero la música de Méndez, aunque nace de las formas tocaoras de Morón, es, como digo, un invento. Cada una de sus músicas es un invento. La malagueña es un prodigio de construcción que, con la tradición como soporte impresionista, se instala fieramente en el presente. La tradición flamenca también se compone de disonancias, de balbuceos, de mundos soñados, de abstracción. La guitarra de Dani de Morón no es de este mundo porque es de todos los mundos. La soleá también se pespuntea con guiños al pasado y la rondeña concede espacio a la contemplación, al silencio, a la paz. Porque hablamos de un músico torturado, en el mejor sentido de la palabra: que se exprime a sí mismo en cada creación. La alegría podría ser otra cosa, una composición con ritmo de hemiola en tono mayor.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios