Paçalin Zef Pavaci. concertino invitado de la ross

"Los músicos de la Sinfónica se merecen, como mínimo, trabajar con tranquilidad"

  • El violinista albanés participa hoy y mañana en el sexto programa de abono de la ROSS, con obras de Berg, Widmann, Beethoven y la puesta en escena de un proyecto de inclusión social

En la funda de su violín, convertida en altar portátil, lleva un retrato de Lorin Maazel, al que acompañó en sus últimas horas; un cartel de su primer actuación en España, con la Orquesta de Castilla y León; y un lazo verde, el que empleó la ROOS como símbolo de su lucha en los últimos y difíciles tiempos. Albanés afincado desde hace décadas en Italia, Paçalin Zef Pavaci fue la temporada pasada el concertino invitado de la ROSS. Hoy y mañana volverá a tocar con la orquesta en el sexto programa de abono del curso, compuesto por el Concierto para violín de Alban Berg, Con brío de Jörg Widmann y la Sinfonía n. 7 de Ludwig van Beethoven; junto a La flor más grande del mundo de Emilio Aragón, que se interpretará dentro del Mosaico de sonidos, un proyecto de inclusión social en el que participa una veintena de personas con discapacidad intelectual.

-El Concierto de Alban Berg, escrito en memoria de una hija fallecida de su amiga Alma Mahler, tan lírico, tan expresivo, ¿qué estímulo supone para usted?

-Es como un enorme solo del concertino. Necesito tener presente a alguien para tocarlo. La primera vez, pensaba en un amigo que murió en un accidente de tráfico. Y da la casualidad de que mañana [por hoy] es el noveno aniversario de la muerte de mi sobrina, que tenía sólo 5 años. Es duro, pero también bonito, y además necesito ese motor emocional para hacerle justicia a la partitura del que para mí es uno de los más hermosos conciertos para violín que se han escrito nunca. Es una música que exprime el sentimiento, no como esos conciertos de violín románticos o clásicos que son puros alardes de técnica; aquí todo va al corazón. Es precioso cómo la partitura parece querer abarcar la vida entera de aquella niña. Comienza con sencillez, con pureza, y poco a poco, como la vida, se va volviendo todo más complejo, hasta llegar a los últimos compases, que parecen latidos del corazón. Es increíble.

-Para usted no fue tan sencilla su infancia. Empezó con 4 años, obligado por su padre, y le llevó años cogerle el gusto al violín...

-[Resopla] Hasta los 14 o 15 años no empecé a amarlo. Fue muy duro, sí. De niño no quería tocar el violín, pero mi padre fue un dictador en este sentido. Y ganó él, obviamente. Hoy me siento muy afortunado, así que estoy en paz con aquello, no podría condenar a mi padre. No ayudó tampoco el sistema de aprendizaje. En Albania teníamos el sistema ruso, 16 años de estudio. Y luego otros dos años de especialización, que hice en Austria e Italia, y después muchísimas masterclasses de concertino. Tú puedes tocar muy bien, pero no basta para ser un buen concertino; esto es otra cosa.

-¿Qué cualidades debe tener entonces un buen concertino?

-Más allá de la preparación técnica y musical, puede y debe equilibrar el nivel de toda la orquesta, ser una especie de correa de transmisión entre el director y la orquesta. Porque además cada director tiene su personalidad, su carácter. No todos son gentiles, por ejemplo... [se ríe]

-No tendrá ese problema con John Axelrod. Son amigos desde hace años y vino usted a Sevilla por su deseo expreso. ¿Qué balance hace hasta ahora de su etapa al frente de la ROSS?

-Ha aportado, sobre todo, mucho entusiasmo. Y no es poca cosa eso, eh. Y su capacidad de comunicación. Todos en la orquesta saben que van a ser escuchados, porque él está pendiente de lo que quiere y necesita la orquesta. El contacto de John con la orquesta es totalmente directo, no es "yo soy el director artístico, vosotros los trabajadores". Ojalá la orquesta alcance por fin la estabilidad... Es algo verdaderamente importante. Sevilla es increíblemente afortunada de tener esta orquesta, con esta calidad. En cada sección hay excepcionales instrumentistas. He sido concertino en unas 50 orquestas diferentes de todo el mundo y supongo que tengo perspectiva para decirlo. El nivel es altísimo. Y los músicos, como mínimo, se merecen trabajar con tranquilidad.

-Está al tanto de la compleja coyuntura de la orquesta en estos años. ¿Cómo ve el estado de ánimo de los músicos ahora?

-En el aspecto de la calidad humana la orquesta es increíble también. Me impresiona la paciencia que han tenido los músicos en momentos tan enormemente difíciles, así como la enorme profesionalidad con la que han hecho y hacen su trabajo incluso en los peores momentos. Le pongo un ejemplo: recuerdo que una vez tuvimos que ir a ensayar al auditorio de la Escuela de Ingenieros porque el teatro estaba ocupado ese día. ¡Un frío...! Qué frío pasamos. Bueno, tuvimos que tocar con los abrigos puestos. Pues ni una queja. Ni una. En cualquier otra orquesta, y esto lo he visto yo, se levanta uno, comprueba la temperatura, y si el termómetro no indica 22, 23, 24 grados, se va, sin más, pero así [chasquea los dedos]. Esta orquesta tiene una enorme calidad humana, por eso yo podría decir con humildad algunas cosas...

-¿Por ejemplo?

-Por ejemplo, que ojalá los políticos y los empresarios ayuden. Que valoren la orquesta como se merece. Además, yo he visto por las calles unos carteles: "Sevilla, Ciudad de la Ópera". ¿O no? Mire, no existe en el mundo otro lugar como Sevilla. Hay más de cien óperas sobre la ciudad. ¿Cómo se puede desaprovechar algo así? Cuando esta orquesta se creó fue una gran fiesta y en vez de crecer ha ido... bueno, al revés. Me he informado bien de su historia, he escuchado a la gente... Es una lástima, no puedo decir otra cosa.

-¿Tal vez no se ha comprendido todavía que la cultura no es un gasto, sino una inversión?

-¡Claro! La primera responsabilidad es de las administraciones, que deben aportar el dinero que se comprometieron a aportar. A partir de ahí, hablamos de todo lo demás. Se pueden hacer cosas para atraer a más público, claro. Por ejemplo, bajar los precios, pero para eso, de nuevo, debe entrar el dinero de las administarciones. Por otro lado, este teatro está en el corazón de Sevilla, pero no veo autobuses parando en la puerta. Bueno, sí, para ir a la Torre del Oro, no para ver una ópera. Según veo, esta temporada hay sólo cuatro óperas; para mí son pocas; y además hay pocas funciones. ¿Y por qué no incluir todos los años al menos dos óperas sevillanas? Tienes Carmen, El barbero de Sevilla, Las bodas de Fígaro... en fin, hay donde escoger. Esto tú en el paquete turístico lo puedes vender. El teatro de Italia que está funcionando mejor ahora, por encima de La Scala, es La Fenice de Venecia, y hacen esto, pero con óperas estrenadas o ambientadas allí, lógicamente. No se tiene en cuenta al turista como público posible de este teatro y eso es un problema. En fin [sonríe con repentina timidez], estoy hablando mucho del teatro y debería centrarme en la orquesta...

-Bueno, es su opinión. Para eso estamos hablando...

-Sí, claro. Y también mi experiencia, no es sólo opinión. Es lo que he visto en los teatros donde ha trabajado. Espero que mejore todo. Lo merecen la ciudad y la orquesta.

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