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Con niñeras asíý

Pequeño cuento para la Navidad (o la pre-Navidad). Con mucho almíbar, como está mandado, pero lo suficientemente bien dosificado para no empalagar. Y con unas gotas de acidez neoyorquina, que al fin y al cabo uno de los mejores cuentos de Navidad del siglo XX fue escrito por el corrosivo neoyorquino de adopción Truman Capote. Toda la acidez se vuelca en el retrato de unos padres estúpidos, ricos y desdichados (lo primero sí lo saben, lo segundo no) y de su hijo que -pese a prometerlo al principio de la película: apuntar maneras, dicen los taurinos- tal vez no sea como ellos gracias a los cuidados de una niñera. ¡Y qué niñera! Como estamos en el siglo XXI, y no a principios del XX; en Nueva York, y no en Londres; y la niñera no es una profesional, sino una antropóloga que necesita ingresos extras, quien la interpreta no es Julie Andrews, sino Scarlett Johansson. El mensaje, sin embargo, es más o menos el mismo que el de Mary Poppins, con la que todo el mundo -incluidos los realizadores, que también se han referido a Sonrisas y lágrimas como fuente de inspiración- ha comparado esta película: la felicidad sólo puede encontrarse allí donde el dinero no puede comprarla.

Hay quien ha dicho que Shari Springer Berman y Robert Pulcini, autores de la película, han perdido fuelle crítico y mordacidad con relación a su anterior American Splendor; y es cierto. Pero también lo es que aquella era, en el fondo, la historia de un triunfo personal (pasar de empleado de un hospital de veteranos a famoso dibujante de cómics) con final feliz (el éxito, el amor, la familia). Aquí ha desaparecido la mordacidad underground del universo que inspiró las tiras cómicas de Harvey Pekar, o se ha limitado a la ácida caricatura de los padres, y se ha expandido el contenido sentimentalismo de aquella película que pasaportó a Berman y Pulcini a la fama.

Obtenida ésta, con Diario de una niñera han querido asegurar su posición en la industria adaptando un best seller escrito por dos amigas que fueron niñeras y contando con un reparto de éxito seguro en el que repite Paul Giamatti (cuya carrera también fue propulsada por el éxito de American Splendor); y en el que aparecen una muy divertida Laura Linney y la solicitadísima y deseadísima Scarlett Johansson (la actriz que siempre tiene cara de estar desnuda, aunque desgraciadamente no lo esté) enamorada del guapo vecino Chris Evans, otro nombre de peso (aunque menor: la Johansson ya es una diva) en el reciente estrellato juvenil. Hecha para triunfar haciendo pasar un buen rato sin renunciar del todo a la inteligencia y las buenas maneras cinematográficas. Puede valer.

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