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La noche del Berlín femenino

En una entrevista reciente, Gudrun Gut confesaba que, para ella, lo más importante es decidir qué música debe sonar en cada momento de su vida. "Es como un ritual que acompaña a todo lo que hago. Lo primero es poner un disco; luego ya veremos". Es normal, entonces, que todo lo que rodea a esta berlinesa tenga una estrecha relación con los discos, con su escucha, su edición y su disfrute: desde el sello que dirige, Monika Enterprises, en el que sólo publica a chicas o a bandas lideradas por chicas, a las fiestas que organiza (Ocean Club, que ya en los noventa mezclaban sin prejuicios pop, techno, rock y casi cualquier cosa), pasando por su propia música.

I put a record on, disco de título revelador, es un collage en el que conviven pequeños fragmentos de muy variadas procedencias: una melodía country, un ácido riff de guitarra, un compás de blues añejo, un arreglo de metales de aires cabareteros, todo cabe en un discurso que Gut ensambla con mimo, sobre una base de ritmos electrónicos. En disco, este babel de géneros musicales funciona muy bien, sobre todo por la atención que la autora dedica al detalle, a esos matices de timbre y textura que provocan los distintos fragmentos al colisionar entre sí.

En directo, por desgracia, esos matices se pierden: es cierto que Nocturama no es el lugar más apropiado para un espectáculo que se adivina íntimo, que precisa de la complicidad y cercanía del público (una impresión que refuerza la manera de moverse de Gut en el escenario, como bailando en un club de jazz). Pero es que además se nota que la berlinesa no se siente cómoda en espacios amplios y con un volumen elevado: es necesario atravesar la incómoda bola de distorsiones y zumbidos que levanta para atisbar la elegancia del espectáculo. Un esfuerzo que, posiblemente, es excesivo.

Los que sí estuvieron cómodos sobre el escenario fueron Chica And The Folder, el proyecto que comparten Max Loderbauer, un clásico de la escena electrónica berlinesa, y Chica Paula, pinchadiscos habitual en las fiestas que organiza Gut. Paula, hija de emigrantes chilenos, es el perfecto ejemplo de ese raro maridaje que se produce entre el folklore sudamericano y la música electrónica de vanguardia: en sus canciones se mezclan los idiomas (alemán, inglés, español), se mezclan los charangos, los estribillos pop y los ritmos sintéticos, y el resultado es una música telúrica y atemporal, que incita al baile, pero a la vez está teñida de tristeza.

Una música que encaja a la perfección en un entorno tan moderno como el CAAC, pero que también podría sonar en la verbena de algún pueblo perdido en los Andes, sobre todo porque, en directo, la pareja relaja el componente electrónico de su discurso, desnuda de arreglos sus estupendas canciones, y las hace mucho más directas y festivas.

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