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En nombre de Dios y de Buena Ventura

  • Christopher Hibbert reconstruye la historia de los Medici con maestría narrativa y un excelente material bibliográfico

La conciencia de la historia de la familia ligada a la vida ciudadana se inventa en Florencia. Desde el siglo XIII, artesanos, letrados y hombres de negocio escribieron sus memorias familiares con el deseo de dar cuenta de sus actos y transmitirlas a sus descendientes. Era una voz nueva, una narrativa diferente a la que podía leerse en las crónicas de los reyes y en las vidas piadosas de los conventos. Una voz que hablaba a los burgueses de sus preocupaciones y del mundo. Christopher Hibbert homenajea en este extraordinario libro tan antigua tradición y lo hace con la agilidad y el vigor de un estilo que tal vez se esté perdiendo: el del relato histórico popular, escrito con la sensibilidad que da la formación clásica, capaz de entusiasmar, por igual, al experto y al neófito.

Hibbert reconstruye la historia de los Medici, familia que desde oscuros orígenes alcanzó notable fortuna, llegando a desempeñar las más altas magistraturas urbanas de Florencia y, finalmente, estrechar su destino con el de la propia ciudad que convirtió en Ducado. Con un material bibliográfico de primera fila y gran maestría narrativa, el autor inglés captura al lector desde la primera página y lo hace partícipe de las tribulaciones del linaje toscano, despojándolo de la retórica grandilocuente que el romanticismo le asignó, para descubrir la imperfecta condición humana de unos personajes que luchan en contextos históricos bien definidos.

Si el retrato del precoz Lorenzo es apasionante y decidido, el que ofrece de su padre, Piero el Gotoso, hace justicia a una figura que ha pasado un tanto inadvertida a los historiadores de Florencia, siendo sin embargo un excelente estadista y un metódico negociante en tiempos no precisamente fáciles para los intereses de la familia en la República. Pero ambos son superados, a nuestro juicio, por la semblanza del abuelo, Cósimo el Viejo, forjador del laborioso ascenso de unos burgueses en el violento ambiente de rivalidades comerciales y de disputas políticas del Quattrocento. Amigo de humanistas de la talla de Poggio Bracciolini y protector de artistas como Donatello, Cósimo representa el ascenso del arte della lana al mundo del capital internacional (que habían liderado antes los Bardi, Peruzzi o Acciaiuoli), actividad prestamista que les abrirá el camino de la gran política de los reyes y los pontífices.

Vida de constante riesgo, llevada con parsimonia y prudencia, la de Cósimo es la historia de los negocios curiales en el convulso instante de la crisis del Papado, la de las bandas de mercedarios liderados por los jefes militares (condottieri) con los que alcanza estratégicos acuerdos (Francesco Sforzza) y la de las redes familiares en el delicado equilibrio constitucional de la República que terminó sonriendo a las pretensiones de los Medici después de una atroz batalla con los Albizzi. Y todo, como proclamaba su divisa, Col nome di Dio y de Bona Ventura.

Refinamiento cortesano y decadencia

Contrasta esta civilización de adolescentes aguerridos y ambiciosos cardenales, con el plácido pero decadente mundo de la corte de los últimos Medici que casaron con las ramas cadetes de la casa de Austria y, más tarde, de Orleans. Experimentado regista, Hibbert cambia radicalmente de escenario y nos conduce, en esta parte final del libro, a los jardines de Villa Patrolino, que el Duque Francesco mandó construir para su amante Bianca Capello en 1578. Entre los bronces de Giambologna y los grottos con artificios móviles de Buontalenti se dilapidan la fortuna y el prestigio de los Duques, mientras la ciudad se hace eco de sus escándalos. Refugiados en la melancolía del campo y la "agradable conversación", los últimos Medici parecen esperar con indolencia que los soldados austriacos crucen la frontera de la Toscana como terminará ocurriendo en 1734.

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