IL TROVATORE | CRÍTICA

Implosión verdiana del 'bel canto' sublimado

La gitana que mueve los hilos de 'Il trovatore'

La gitana que mueve los hilos de 'Il trovatore' / Juan Carlos Muñoz

Aún sin disponer de los cuatro mejores cantantes del mundo, como se suele repetir desde Toscanini, Il trovatore es siempre un éxito asegurado para cualquier teatro que lo quiera programar con un mínimo de solvencia. No ya por su trama poco creíble y muy de cartón piedra que bien nos puede recordar a La venganza de don Mendo, sino por su irresistible caudal melódico y por la explosión de bel canto que encierra en su interior.

Para otorgar vida a este canto del cisne del sublime canto heredado de Rossini, Bellini y Donizetti, el Teatro de la Maestranza ha conseguido cerrar un muy sólido equipo de voces. Es de justicia comenzar por el coro, que ha firmado una de sus intervenciones más brillantes de las últimas temporadas. De la mano de Íñigo Sampil el coro va creciendo ópera a ópera y en este caso tanto hombres como mujeres estuvieron soberbios: ellos con férreo empaste y capacidad de matización y capaces de seguir los tempos a veces erráticos de Halffter, lo que les llevó a un claro desencuentro con el foso al final de la primera escena; y ellas con un bellísimo sonido perfectamente dosificado y modulado en la entrada de las monjas.

Para disfrute de los amantes de las voces, repetía Angela Meade en el Maestranza, y lo hacía para dictar una soberbia lección de estilo y de musicalidad verdiana. Resulta asombroso en ella su control de la emisión y su sentido del fraseo, en una elegante línea de canto que evita las brusquedades en los ataques y que permite acentuar de forma expresiva sin romper nunca el canto sul fiato. Así, resultó conmovedora en sus cavatinas como brillante en unas cabaletas con perfectos trinos y ataques al sobreagudo en piano magistrales.

Piero Preti fue entrando en el personaje poco a poco. A despecho de un timbre no especialmente bello, su canto expansivo, su efusividad en el acento y el brillo de una voz canónicamente proyectada, le facilitó redondear una actuación de muchos quilates en la que no pudo faltar un rotundo y bien mantenido Do de pecho en la famosa Pira. Fue una grata sorpresa la Azucena de Rehlis. Con una voz contundente, de amplias resonancias, sobrada de volumen y con registro grave compacto, encarnó con sobresaliente nota final su no sencilla parte, especialmente en su racconto del segundo acto. Faltó, para cuajar el cuarteto, un Conde con una voz que no presentase el engolamiento y las veladuras de Lavrov, que sólo descolló en un bien cantado Il balen. Muy buen nivel también el de los secundarios, sobre todo Dal Zovo y Carolina de Alba.Con una Sinfónica en plena forma, Halffter mostró mas sintonía verdiana que en otras ocasiones, dejando explayarse el canto en los momentos líricos, aunque en los pasajes rápidos tendió a acelerar en demasía. Con todo, fue una dirección muy atenta a la carga dramática de la música de Verdi.

Producción oscura para variar, sencilla y polivalente que, por lo menos, dejaba a los cantantes ir a lo suyo, que es cantar bien.

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